Ruta trazada 

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Si para que Cristina Peri Rossi amara «en España hubo una guerra civil/ y Lorca murió asesinado/ después de haber viajado a Nueva York», para que las mujeres lesbianas de Ciudad de México (CDMX) amaran en sus bodas, el Antiguo Palacio del Ayuntamiento del entonces Distrito Federal tuvo que ser escenario de los primeros matrimonios igualitarios de Latinoamérica en 2010.

A 11 años de aquella jornada, una de las cuatro protagonistas de aquel jueves: Lol Kin Castañeda Badillo, activista por los derechos LGBT+, recuerda la jornada como un proceso «intenso» que cambió su forma de pensar, su familia, su entorno y el país.

De acuerdo con información publicada, en junio de 2019, por la Consejería jurídica y de servicios legales de CDMX, en esta se han realizado 11,734 matrimonios entre parejas del mismo sexo y 27 adopciones. Mientras que en 2010 el total de matrimonios igualitarios registrados fue de 712, siendo el 45 por ciento entre mujeres; para 2018 el total fue de 1,455 matrimonios, 47 por ciento entre mujeres. En tanto, los divorcios suman 772 casos.

Respecto a las adopciones, la misma dependencia señala que el 37 por ciento, es decir 10 casos, han sido de parejas formadas por mujeres. Sobre las cifras del reconocimiento de familias homoparentales, el 90 por ciento, de 84 casos registrados, ha ocurrido entre este mismo tipo de parejas.



La ceremonia celebrada entre logos oficiales de la ciudad y motivos patrios, fue vivida por Castañeda de la mano de Judith Vázquez. Ambas portaron vestidos color marfil, zapatillas de la misma tonalidad y un rebozo, en el caso de Castañeda morado y en el de Vázquez verde. 

Durante su juventud, Castañeda soñaba con recorrer el país en bicicleta y adentrarse en las zonas arqueológicas, de la mano de las rutas que trazaba sobre los mapas de su atlas antropológico, lejos quedaba el deber ser que le dictaba su educación familiar. 

Cuando inició su relación sentimental con Judith, en 2003, la posibilidad de una boda no figuraba. Sin embargo, al año de iniciarla, Castañeda tuvo que ser ingresada de emergencia a un hospital y su novia fue impedida para tomar decisiones, pero obligada a asumir los posibles costos económicos. «Nos recibieron y a ella le preguntaron cuál era el parentesco que tenía conmigo. ‘Ah, pues usted no puede tomar decisiones médicas por ella, pero tiene que firmar un pagaré para hacerse cargo de los gastos’», recuerda. 

Además, le indicaron que algún integrante de su familia debía estar presente, quien llegó más rápido fue su padre, seis horas más tarde, viviendo también en CDMX. El hecho, asegura, las reveló desprotegidas, por lo que emprendieron un camino hacia el reconocimiento de los derechos para las lesbianas, desde el activismo. 

La organización de la Marcha del Orgullo LGBT+ fue su primera parada, en ella encontró dos limitantes: fragmentación y misoginia al interior. No obstante, seis meses después de su involucramiento, Lol Kin fue nombrada coordinadora general de la edición 30.


Más adelante, aceptó la invitación a lanzarse como candidata a la diputación local del distrito XIV, por el Partido Social Demócrata (PSD), a cambio de la suscripción de una agenda de derechos elaborada desde el activismo LGBT+ a la plataforma del partido, con la intención de no limitar la oportunidad a «una lesbiana defendiendo a gays, lesbianas y personas trans», sino lograr la adquisición de un compromiso integral.

El PSD perdió su registro, pero logró colocar a un legislador: David Razú Aznar, escaño que valió para comenzar el cabildeo en torno al matrimonio entre personas del mismo sexo. Pese al resquemor que causó la posibilidad tangible de enlaces matrimoniales igualitarios, de acuerdo con la experiencia de Lol Kin, el fallo se logró y dos parejas gays y dos lesbianas se convirtieron en la cara de una de las mayores victorias para los derechos igualitarios en el país.

«Había ocasiones en las que no llegábamos a casa porque había gente esperándonos afuera, en algún momento nos persiguieron (…) lo que buscaban era, por supuesto, inhibir la participación y asustarnos. Querían hacernos regresar al clóset», dice Castañeda en un tono que se acelera y aparece descreído. 

Sus experiencias concuerdan con la visión sostenida por Mariana Cruz, directora del Clóset de Sor Juana, en torno a la discriminación que viven las mujeres por su orientación sexual e identidad de género. De acuerdo con el Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (Conapred) la discriminación hacia la diversidad sexual responde a prejuicios originados de una valoración positiva dada a la heterosexualidad y la presunta congruencia, según las creencias vigentes, que debería existir entre la identidad de género de las personas y el sexo que les fue asignado al nacer.



Tras el primer logro obtenido, un augurio de ser «laboratorios de derechos con pies», hecho por Castañeda, pareció cumplirse en el inicio del recorrido por las instituciones del país para la validación de sus derechos complementarios. La pareja se presentó en las oficinas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) con todos los papeles para el registro de Judith, pero bajo el argumento de fallas técnicas sus documentos no fueron recibidos.

Se reagendó una cita al día siguiente, pero tampoco pudo ser concluido el trámite, esta vez con la excusa de una falta de actualización en el sistema que obliga a la aparición de un ‘nombre de hombre’ y otro de mujer. La diligencia continuó de oficina en oficina hasta llegar a la de Daniel Karam, entonces director general de la dependencia, quien habría admitido un ordenamiento presidencial para ‘no facilitar’ el proceso. 

En el plano formal de la ley, entre los argumentos desde el Gobierno se refirió al hecho de que la Ley Federal del IMSS no contemplaba el registro del o la cónyuge de un trabajador del mismo sexo.

Para que los derechos de ambas se hicieran realidad la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) decidió que su exigencia era constitucional y se les otorgó un amparo. Finalmente, y tras la victoria de un par de batallas más, los recursos adversos al proceso solicitado fueron retirados de tal forma que el recurso tuvo que ser admitido y en febrero de 2011 Judith fue registrada. 

Sí, para que Laura y Mariana o Lucía y Fernanda pudieran respaldar legalmente su unión sentimental en la capital mexicana hizo falta algo más que las actas de nacimiento, las identificaciones oficiales vigentes, los comprobantes de domicilio, las constancias de no deudor alimentario, el pago de derecho de poco más de mil pesos y el certificado de plática prenupcial, que solicita la burocracia.

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Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, Periodismo y Regímenes discursivos de la Cultura”. Se publica simultáneamente en perrocronico.com y fernandafamiliar.soy

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Marcia Chi Barrales
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