Policía halla el cadáver momificado de una mujer que falleció hace 15 años; nadie se enteró de su muerte porque pagaba todos sus recibos

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La Policía Nacional y los bomberos del Ayuntamiento de Madrid, España, encontraron en su domicilio del distrito de Ciudad Lineal a una mujer que llevaba alrededor de 15 años muerta por causas naturales.

Después de que un familiar de la señora se comunicada con los agentes, estos entraron a su domicilio el pasado martes por la tarde. Antes, los vecinos ya habían pedido a la policía que entrara a su casa.

Aseguran algunos residentes del inmueble, que ya se habían quejado por el fuerte olor que desprendía la vivienda, que la última vez que la vieron con vida fue en septiembre de 2004. Según los médicos, podría llevar muerta entre 14 y 16 años.

Los oficiales no pudieron abrir la puerta porque tenía la llave puesta por dentro, por lo que finalmente intervinieron los bomberos, que entraron por la terraza con la ayuda de una escalera y empujaron una ventana que estaba semiabierta.

Según ha adelantado el diario El Mundo, el cadáver, que estaba momificado, fue encontrado en el baño de la casa, situada en el número 51 de la calle de José del Hierro de Madrid. Tras su fallecimiento, el cuerpo no se descompuso debido a las condiciones de la estancia, que propició un proceso de momificación.

La mujer vivía sola tras el fallecimiento de su marido, con quien no tenía hijos. Según explica El Mundo, no tenía relación con sus sobrinas y hermanas, motivo por el que su desaparición pasó inadvertida. Fue finalmente el aviso de una de las sobrinas a la policía lo que llevó a entrar en el piso de la mujer.

A la muerte de su esposo, ella se quedó sola. El poco contacto con su familia se fue difuminando hasta quedar extinguido. Tampoco se hablaba con nadie en el edificio, salvo con una vecina con la que discutía por ruidos y olores. La última vez que dijeron haberla visto fue en septiembre de 2004.

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Si hubiera ocurrido muchos años atrás, don Antonio, el conserje del edificio, que vestía de uniforme y gorra, se habría dado cuenta de su ausencia, pero su trabajo lo dieron por amortizado cuando se puso de moda el telefonillo.

En enero de hace cinco años los operarios que retiraban las luces de Navidad se dejaron un cable enganchado entre el balcón de Isabel Rivera y una farola. Una vecina avispada, Emilia Muñoz, de 78 años, pensó que el alambre suponía un peligro de seguridad para su vecina.

Como sabía que ningún familiar se preocupaba por ella, Rivera era una anciana a la que podían robar con facilidad. Cualquiera podría trepar y entrar en su casa.

—Llamé a la policía. Vinieron y cortaron el cable. Le dije a un agente que mirase dentro de la casa porque hacia mucho que no sabíamos de ella. Que estaba muerta o le pasaba algo. Miramos en el buzón y vimos unas facturas de luz y como estaban pagadas las anteriores, me dijo que debía de estar viva. ¿Qué podía yo hacer más?

No era la primera vez que alguien sospechaba algo. La directora de la sucursal de La Caixa de esa calle —ya no existe— se presentó un día en el edificio preguntando por Rivera. Le llamaba la atención que su clienta solo pagara facturas y no tuviera gastos corrientes. Anduvo por el edificio sin sacar conclusiones. No regresó.

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Alertados por el interés del banco, una comitiva de vecinos fue a la comisaría del distrito de Ciudad Lineal a mostrar su preocupación por la desaparecida. Cada cierto tiempo tenían que vaciarle el buzón, lleno a reventar. Según la policía, los agentes les facilitaron el teléfono de una cuñada de la mujer.

Las autoridades necesitaban el aviso de un familiar para investigar su paradero. Los vecinos llamaron al teléfono que les dieron y la cuñada les dijo que creía que Isabel Rivera estaba viva y que debía de vivir en una residencia. Asunto zanjado.

Hubo más intentos fallidos. Un vecino de la misma planta, Antonio, aprovechó una visita a la junta de distrito para preguntar por su vecina, de la que juró no haber sabido nada en años. Dijo a las claras que creía que estaba muerta.

Le contestaron que no podían facilitarle información por la ley de protección de datos. Antonio no le dio más vueltas. Se olvidó del tema. Mientras tanto, el cadáver momificado de su vecina esperaba en el baño a que alguna civilización futura lo encontrara. Como pagaba sus facturas, nadie la echaba de menos.

Texto de El País

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