Una reunión de paso

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Era 20 de abril en 1943, cuando el mundo se encontraba envuelto en plena Segunda Guerra Mundial; México desde hacia un año les había declarado la guerra a las potencias del Eje, comenzando así su participación en el conflicto. No obstante, más allá del campo de batalla, el país lidió con la disputa mundial desde otros ámbitos. Uno de ellos fue la diplomacia.

Aquel día se reunieron el presidente Manuel Ávila Camacho y su homólogo estadounidense, Franklin D. Roosevelt, en Monterrey. Por segunda vez en la historia, los presidentes de ambos países se reunían; el primer encuentro se había llevado a cabo 34 años atrás entre Porfirio Díaz y William Taft un 16 de octubre.  

¿Qué temas se trataron? La reunión se realizó en un contexto marcado en por la Segunda Guerra Mundial. En ese sentido, la relación entre ambas naciones era un punto importante a tratar para Estados Unidos (EU), mientras que, para el gobierno de Ávila Camacho, la cuestión económica implicaba un aspecto fundamental. 

Roosevelt le reaseguró a la población mexicana la política de la buena vecindad que, en términos generales, mantenía el principio de no intervención por parte del gobierno estadounidense en los asuntos de los países de Latinoamérica. Habían pasado cinco años desde la expropiación petrolera llevada a cabo por Lázaro Cárdenas, misma que había producido un sentimiento nacionalista en México. Este acontecimiento generó cierta desconfianza hacia EU.

La visita de Roosevelt, en parte, iba dirigida a reafirmar la cooperación de ambas naciones. Según una nota del New York Times pocos días después de la reunión la imagen que daba el presidente estadounidense era la de un hombre «capaz, francamente amistoso e informal» a ojo de los mexicanos. Ciertamente tenía que serlo o al menos aparentarlo ante un público que tradicionalmente se había visto con la necesidad de sospechar sobre las intenciones de sus vecinos.

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Por parte de Camacho, las cuestiones de exportación e importación fueron su tema a tratar. Con el comienzo del conflicto internacional, el gobierno mexicano firmó en 1942 un tratado comercial de corte bilateral con el gobierno estadounidense en materia de importación y exportación. Así, la reunión buscaba que se respetara el trato equitativo entre ambos países.

El mismo New York Times lo establecía de la siguiente manera: «… se ha llegado a un acuerdo entre los dos países, el cual significa que Washington enviará más bienes capitales a México a cambio de una mayor exportación de minerales y otros productos». En general, cada bando obtuvo lo que buscaba.

La reunión terminó dejando un horizonte positivo en cuanto a las relaciones entre los países vecinos. A partir de la Segunda Guerra Mundial se abrió un nuevo episodio, de más conformidades, frente a las experiencias que habían marcado la historia conflictiva de los dos países.

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Emerio Anaya
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