Una de las expresiones más notables de la migración internacional y de la operación de complejas redes económicas a nivel macroeconómico es el flujo de remesas. Estos recursos se han desarrollado en paralelo con la migración, beneficiando a un número cada vez mayor de familias y personas. Sus magnitudes están alcanzando dimensiones cada vez más significativas que revelan su importancia como fuente de divisas y como sostén esencial para los integrantes de millones de hogares en nuestro país.
De acuerdo a la Organización Internacional para la Migración, el término “remesas” puede definirse por lo general como la porción de sus ingresos que el migrante internacional envía desde el país donde labora hacia su país de origen. Es preciso establecer una diferencia entre las remesas oficiales que se transfieren a través de los canales bancarios comerciales y que, por consiguiente, figuran en las estadísticas del país, y las remesas informales, que se envían a través de sistemas privados de transferencia de dinero, a través de amigos y parientes, o que son llevados consigo por los propios migrantes a su hogar.
Para darnos una idea de la importancia económica actual que tiene este fenómeno, basta señalar que el año pasado el registro formal llegó casi a los 14 mil millones de dólares por concepto de remesas.
El impacto económico de las remesas se expresa preponderantemente en los planos regional y local, pues el grueso de la corriente migratoria al país vecino se origina en poco más de un centenar de municipios de las entidades federativas del occidente y norte de la República. De esta manera, las remesas que reciben los hogares de los migrantes tienen como destino un espacio más o menos acotado del territorio nacional, y es un recurso económico fundamental para el sustento familiar y de sus comunidades, a la vez que es un elemento vital para ciertos sectores de las economías regionales, como son las ramas de bienes de consumo, el comercio y la actividad cambiaria.
Las remesas tienen un impacto nacional y también individual. A nivel nacional, las remesas reducen la pobreza, contribuyen a colmar la brecha comercial, facilitan el pago de la deuda, acrecientan las reservas de divisas y flexibilizan las restricciones en los créditos.
A nivel individual o familiar, las remesas constituyen una importante fuente de ingresos y cubren la mayor parte del consumo del hogar. En muchos casos, representan más del 50 por ciento de los ingresos del hogar. Como tal, se utilizan para cubrir gastos médicos y de educación. Las remesas que no se gastan en el consumo, constituyen una base para los ahorros e inversiones del hogar.
Lamentablemente, en el último trimestre de 2016, un total de 10 municipios presentaron una disminución en el ingreso de remesas, tendencia que se observó a nivel estatal, pese a que en el mismo año se logró el segundo máximo histórico de los últimos 14 años.
Y es que de acuerdo con el Banco de México, para los meses de octubre a diciembre, el estado reportó 137.4 millones de dólares por concepto de remesas, cifra inferior a los 139.1 millones que fueron reportados por el Banco Central en el periodo de julio a septiembre.
En total, Querétaro reportó 525.9 millones de dólares por concepto de remesas en todo 2016. Por su parte, Querétaro fue uno de los 18 estados que mostraron disminuciones en captación, comparando los resultados entre el tercer y cuarto trimestre de 2016, junto a Aguascalientes, Guanajuato, San Luis Potosí y la Ciudad de México.
La iniciativa del legislador republicano por el estado de Alabama, Mike Rogers, sobre gravar las remesas con un impuesto del 2% para pagar el muro en la frontera con México no sólo perjudicará a nuestro país, sino a todo el continente, ya que América Latina recibe anualmente alrededor de 22 mil millones de dólares de sus migrantes en el extranjero. De este cuantioso flujo de recursos, casi dos terceras partes se concentran en tan sólo cinco países: México, República Dominicana, Brasil, El Salvador y Ecuador.
“La idea de que vamos a rastrear cada monto de Western Union que se envía a México… buena suerte con eso”, decía Barack Obama cuando el aun aspirante a la candidatura republicana a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, exponía a The Washington Post, su idea de bloquear las remesas de trabajadores mexicanos en la Unión Americana a sus familias en México para pagar el muro fronterizo.
En ese entonces la idea merecía la burla del ex presidente Obama, pero ahora la descabellada propuesta parece ir tomando forma. Ya sea con fugaces avisos del vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, que asegura que México pagará “de una u otra forma” el costo del muro, o hasta la iniciativa que presentará Mike Rogers para gravar las remesas.
Pese a que el gobierno mexicano ha insistido que no pagará por el muro en la frontera, el gobierno estadounidense está buscando todas las alternativas posibles para que nuestro país costee la edificación de una obra que estiman costará entre 12 mil y 15 mil millones de dólares y que además, de acuerdo con el secretario de Seguridad Nacional de EU, John Kelly, pretenden que esté “bien avanzada” en dos años, por lo que Trump, no quitará el dedo del renglón con tal de que su plan no le resulte contraproducente ante la latente amenaza que representa un capricho que podría tener como resultado una factura exorbitante para los contribuyentes de su país. El tiempo dirá quién paga por los platos mejor dicho, los muros rotos de la cerrazón de Trump. Es mi opinión…
Licenciada en Economía por la UMSNH.
Consejera Nacional y Estatal del PAN.
Ex funcionaria pública. Orgullosa madre de familia.