El noble corazón de un hombre rudo

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Una noche fría y oscura…

Desde muy chamaquillo, Chucho se dedicó a hacerle mandados a la gente de Don Julián, iba corriendo como fuera, descalzo, en huaraches, con lluvia, frío o con el suelo que tatemaba los pies, pero nunca se rajaba.

Una noche, que Don Julián regresaba al rancho, vio como aquel chamaco iba en medio de una tormenta en la que apenas se podía ver, pero se dio cuenta que iba por el camino que daba únicamente a la entrada de su hacienda.

  • Ah, caray, ¿y este muchacho, qué? –preguntó Don Julián-
  • Es Chuchito, el mandadero de Fabián, el mozo del rancho –Contestó Braulio, el chofer-
  • ¿Y qué andará haciendo por el camino de la hacienda, con esta lluvia y a estas horas?
  • Pos sepa patrón, pero seguido anda de un lado pa otro llevando y trayendo lo que se ofrece
  • A ver, párate
  • Si, Señor.

La camioneta de reciente modelo se paró a un lado del chamaco que apenas si podía abrir los ojos en medio de tanta lluvia.

  • ¿Qué pasó chamaco?, ¿A dónde vas con esta lluvia? ¿te quieres morir de una pulmonía?
  • No señor, no me quiero morir
  • ¿Entonces?, ¿No es muy noche pa que andes afuera de la hacienda?
  • Pos si Señor, pero es que si no llevo estas medicinas, se nos muere.
  • ¡Ah, caray!, ¿en la hacienda?, ¿quién se nos muere?
  • Pos la Camila, la yegua del patrón, que se puso mala de repente.
  • ¿Camila, mi Yegua? ¿Cómo no me dijiste antes? ¡Ándale muchacho, ya deja de hablar y perder el tiempo!, ¡súbete!

El pobre de Chucho no supo ni que era lo que pasaba, es más, ni conocía al dueño de la yegua que se estaba muriendo.

Con el frío hasta los huesos y la muerte en el zaguán.

Casi al amanecer y ya más calmado, Don Julián preguntó al Fabián, el caballerango:

  • ¿Y este chamaco qué? –dijo señalando con la cabeza a Chucho que estaba dormido encima de unas pacas de paja, al lado de la improvisada fogata que habían hecho dentro de un tanque cortado a la mitad.
  • Pos es Chucho patrón, el chamaco que nos hace los mandados.
  • ¿Y por qué lo dejaste salir con este tiempo y tan noche? El pobre venia temblando, más que de frío, era de miedo
  • Pos él se ofreció, la camioneta onde vino el veterinario se quedó atascada, y la otra en onde iban por las medicinas también, y pos él fue el que se ofreció para ir a la veterinaria por el medicamento que necesitaba el doctor.
  • Gracias por salvar a mi animal doctor –dijo Don Julián al veterinario-
  • ¿Y los papás del chamaco?, no nos vayamos a meter en una bronca –continuó hablando con Fabián-
  • ¿Pos cuales papás?, si aquí lo dejaron desde que estaba más chamaquillo
  • ¿Cómo que lo dejaron? –preguntó extrañado Don Julián-
  • Pos si, sus papás lo traían junto con todos los pizcadores de algodón, y cuando terminó la pizca, lo encontramos caminando entre el sembradío, comiendo tomate.
  • ¿Y luego, quien lo cuida?
  • Pos las cocineras no quisieron que se lo llevaran los de la presidencia, que porque lo iban a meter al reformatorio en la ciudad y prefirieron darle de comer ellas, y pos la verdad aquí come mejor.
  • ¿Y no va a la escuela? –dijo viendo al chamaco con cierta ternura-
  • Ni falta que le hace patrón, es muy listo, ya sabe contar, Agapo el contador le enseñó y es muy vivo, pero la verdad, a él lo que le gusta es andar de arriba, pa abajo, por eso lo pusimos de mandadero. Además si no fuera por él, las medicinas no hubieran llegado a tiempo para salvar a la Camila.

El que manda es el patrón.

La mañana siguiente, Don Julián llegó temprano a buscar a Chucho y lo vio en los comederos, acomodando alfalfa con un trinche.

  • ¡Quibuo Chucho!, ¿Cómo estás?
  • Bien patrón –dijo con una amplia sonrisa-
  • ¿Qué haces?
  • Pos aquí, poniendo contentos a los animales
  • ¿Poniendo contentos a los animales? –preguntó extrañado-
  • ¿A poco cuando come uno no se pone contento? –dijo el niño sonriendo-
  • Pos si –dijo Don Julián sonriendo-
  • Híjole, porque como se siente feo no comer, y pos se pone uno triste ¿verdad patrón? –dijo el chamaco sin descuidar el trabajo
  • Si chamaco, muy triste, muy triste –contestó pensativo, como recordando algo- Y, hablando de comer, ¿ya almorzaste?
  • No Señor, nomás que termine y voy a ver que quedó de lo que comen los peones.
  • Deja eso y ven para acá.
  • ¿Mande patrón?
  • Que dejes eso y vengas conmigo
  • Pos no es por desobedecerlo, pero es que todavía no termino, luego se me enoja Fabián y…
  • A ver –interrumpió Don Julián- ¿Quién es el patrón de la hacienda?
  • No, pos usted –dijo aventando la herramienta-
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El chamaco siguió a su patrón, y al verlo que se subía a la camioneta, él se subió en la parte trasera, en la caja pues, todavía no se sentaba, cuando escuchó un toquido en el vidrio, era su patrón, que le hacía señas de que se fuera adelante con él.

Cuando llegaron a la casa grande, Don Julián le hizo una seña para que lo siguiera y se fueron directamente a la cocina.

  • ¿Qué pasó Sarita, que hubo de almorzar? –preguntó Don Julián acercándose a los fogones-
  • Mire patrón –contestó mientras iba destapando cada cazuela de barro, hay frijolitos con asientos de chicharrón, chilaquiles rojos, queso en chile quebrado y pos los huevos usté me dice como quiere que se los prep…

La cocinera se quedó muda al voltear y ver a Chucho en la cocina, luego vio al patrón y de nuevo al chamaco, se limpió las manos en el delantal y fue directo con Chucho.

  • Chucho, chuchito, ¿pos que haces aquí mijo?, ¿te perdiste verdad? –exclamó nerviosa- ande patrón, discúlpelo, que se ha de haber equivocado, ¿verdad que te equivocaste?, mire que es muy buen chamaco Don Julián, no se vaya a enojar con él, mire que…
  • Ya, ya Sara, si yo fui quien lo metió a la casa, es más, lo invité a almorzar, ¿verdad Chucho?

El chamaco solo asintió con la cabeza, entre orgulloso y temeroso.

  • A ver, ¿Cómo vas a querer que te preparen los huevos? –preguntó Don Julián-
  • ¿Huevos?… ¿me voy a comer más de uno?

Don Julián, hombre duro y fuerte, no pudo evitar el nudo en la garganta, la voz temblorosa y que se le llenaran los ojos de lágrimas y contestó:

  • Los que quiera mijo, los que quiera.

Sarita abrazó al chamaco y le dio un beso en la cabeza, luego se lo llevó a que se lavara las manos y preparo de almorzar para los dos.

Ya en la mesa, cuando comenzaron a almorzar, Don Julián, hombre parco y de pocas palabras, comenzó a platicar amenamente con Chucho.

  • La otra noche, cuando te encontré en medio de la tormenta… ¿tenías miedo verdad? –le cuestionó Don Julián al chamaco quien solo bajó la cabeza con pena de decir la verdad- Pos déjame decirte que eres un chamaco muy valiente, porque valiente no es el que no tiene miedo, sino el que a pesar del miedo, hace lo que tiene que hacer.

Se hizo un silencio y luego siguieron comiendo.

  • ¿Sabías que cuando tenía tu edad, yo también pasé hambre y que nada de esto que ves ahora existía? –dijo el hombre con empatía-
  • ¿En serio Don Julian, y cómo le hizo? –dijo el chamaco deteniendo lo que estaba haciendo para poner atención-
  • ¿Sabes?, cuando la gente me pregunta esto, prefiero no contestar, pero se te ve en la mirada que tú si quieres saber “el cómo” y no es nomás por curiosidad ¿verdad?
  • Pos si, si quiero saber –dijo emocionado-
  • Ora verás, cuando tenía como 5 o 6 años, mi papá y mi mamá llegaron cerca de estas tierras para ver si les podía ir mejor, entonces…

Sarita, la cocinera de toda la vida de Don Julián, lo veía y no lo podía creer, era el mismísimo y duro Don Julián, platicando con un chamaco que apenas conocía, como si fueran amigos de toda la vida.

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Don Julián le agarró mucho cariño a Chucho, y la verdad es que el chamaco se lo ganó a pulso, lo metió a la escuela y sacó tan buenas calificaciones que lo mandó a la preparatoria y luego a la Universidad a estudiar.

  • “Mientras no me falle en la escuela, yo no le fallo”- le decía el viejo al joven Chucho

Cada temporada de vacaciones, Chucho regresaba a visitar a convivir con Don Julián y su hija, ya cuando Chucho terminó sus estudios y se recibió como Ingeniero Agrónomo, se regresó definitivamente a la hacienda, Don Julián, poco a poco lo hizo el encargado de todos sus negocios.

Todo mundo sabía que Chucho estaba enamorado de la hija de Don Julián y Don Julián también lo sabía, incluso, una vez le dijo al joven: “Nada me hubiera dado más gusto que mi hija te hubiera correspondido,  pero Violeta, su corazón prefirió otra cosa”.

Chucho solo bajaba la cabeza y no decía nada al respecto.

Y efectivamente, Violeta se casó con un Francés que había conocido en uno de sus viajes a la capital, y luego de la boda, se fue a vivir a Europa.

Tempo después, Don Julián enfermó y ahí estuvo su buen amigo Chucho a su lado, cuidándolo, dicen que el día que murió Don Julián, Chucho le lloró como si hubiera perdido a un padre.

A la muerte de Don Julián, y según el testamento, Chucho siguió de encargado de sus negocios de, Violeta, su hija que había venido al velorio y a la lectura del testamento, no podía estar más de acuerdo – “Te quiso como al hijo que nunca tuvo Chucho, gracias por cuidarlo como a un padre”- le dijo Violeta y luego le dio un beso en la frente antes de irse.

Aquel beso en la frente de Chucho fue lo que le ayudó a salir del pozo sin fondo en el que se encontraba por la muerte de su buen amigo.

Chucho, al frente de los negocios, enviaba puntualmente las regalías a Violeta,  quien confiaba ciegamente en la honradez de Chucho, quien por cierto, decidió que viviendo solo, no necesitaba tanto dinero para él, por lo que con lo que le correspondía, puso una escuela, trajo maestros para dar clases y a los alumnos más sobresalientes, los mandaba a estudiar fuera.

  • “Con cada muchacho que sale de la escuela, es un homenaje a la memoria de Don Julián” – decía orgulloso cada vez que extendía un cheque para los gastos.

Invariablemente cada vez que había una tarde de lluvia en el rancho, Chucho, recordaba aquel día en el que un niño huérfano, que caminaba bajo una gran tormenta, y así, sin esperarlo, esa noche había encontrado a Don Julián.

“Siempre le pedí al cielo que me enviara un milagro que me cambiara la vida, ¿quién iba a pensar que iba a llegar en la noche más oscura de mi vida, con tanto miedo y en medio de una tormenta” –decía tomando a su café de olla-

¡ Hasta la próxima semana !

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