Psicología de las Masas o cómo entender que personas como Donald Trump tengan seguidores

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A veces es difícil entender el apego que grandes grupos de personas tienen hacia un determinado lider cuando, a todas luces, se transparenta la patología de su carácter, su megalomanía, sus actitudes mesiánicas, etc. Uno de estos fenómenos es la figura de Donald Trump en Estados Unidos, en su intento de ser presidente de Estados Unidos.. Su discurso anti imigrante enfocado primariamente en contra de los mexicanos despierta la xenofobia de un gran grupo de personas que han olvidado por completo lo que Hitler y su discurso antisemita destruyeron a su paso durante la segunda guerra mundial.  Me cuenta mi madre, quien vivió en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, que a Hitler antes de que arribara al poder no se le tomaba en serio, era visto como un payaso ridículo. Y miren nomás…

Trump es un neofobo que rechaza todo lo que no implique conservar las antiguas costumbres que sólo benefician a la ya minoría, de hombres blancos. A todas luces despreciable, y sin embargo parece increíble que represente a un partido tan serio, prudente y formal como lo es el partido republicano. Se les salió de las manos. Lo más sorprendente es que no podemos descartar la posibilidad de que sea el próximo presidente de nuestros vecinos del norte.

Tal vez para entender debemos recurrir a un escrito del psicoanalista Sigmund Freud llamado “Psicología de las masas y análisis del yo” (1921). En este Freud se inclina a pensar que la tendencia a unirnos en grupos sociales tal vez no es hereditaria sino que su origen puede encontrarse en un círculo estrecho como lo es la familia. De esta forma, la masa se da a partir de fenómenos que constituyen al ser humano desde muy tempranamente dentro del núcleo familiar, como el poder de la figura del padre o la identificación entre los miembros familiares.

Gustave Le Bon (1841-1931) en su descripción del Alma de las Masas (en Psicología de las Masas, 1895) explicaba que las características de la masa son la inhibición colectiva del rendimiento intelectual y el aumento de la afectividad en la masa (o sea, poca inteligencia y mucha emotividad) su sugestionabilidad, y la forma como todo acto y sentimiento son contagiados en una forma casi hipnótica.  Decía que los individuos en masa poseen la espontaneidad, la violencia y el salvajismo de los seres primitivos, guiados casi exclusivamente por lo inconsciente.  Nunca se oponen los intereses personales, ni el interés de la autoconservación. No hay diferenciación entre las personas, no se da la “individuación” del individuo. O sea las masas forman una masa – como de pizza-  humana, aunque suene reiterativo.

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La masa quiere ser dominada y sometida, quiere tener amos, pues sus miembros son capaces de una elevada consagración a un “ideal”, a un líder “magnético”. La masa se sujeta al poder mágico de las palabras y vive de ilusiones que poco o nada tienen de verdad.

El jefe de la masa debe tener cierto prestigio, pero también éxito en su empresa.  Igualmente debe estar fascinado por una intensa creencia, un ideal, y debe querer perseguir este ideal con una voluntad poderosa.

La masa debe tener cierto grado de capacidad para influirse recíprocamente, de manera que se genere una “Alma de la Masa.”  El afecto, la emoción,  es contagiada dentro de todos los participantes e incluso observadores en forma creciente hasta que desemboca en una compulsión a hacer lo mismo que la masa.  La masa cancela sus inhibiciones y se entrega a una nueva autoridad siguiendo el principio del placer, por efectos de la sugestión.

El individuo en masa se ve amedrentado  y no es libre para pensar.  Para estos autores la masa debe cumplir las condiciones de continuidad, de tener un vínculo afectivo, una rivalidad con otras masas, una serie de tradiciones y usos en común, y una especialización de las funciones de los miembros.  Así la masa adopta las funciones y características del individuo, ahora diluido en la masa.

Los miembros de la masa imitan a los otros, en una suerte de sugestión recíproca de los individuos y debida al prestigio del líder.  Este factor sugestivo, fuerza a obedecer esta tendencia imitativa e induce estados afectivos engrandecidos.

La libido, energía que implica todo lo que pueda sintetizarse como amor, amor sexual, es el vínculo que mantiene unida a la masa, tras el biombo de la sugestión.  Eros es en la masa, de nuevo, lo que cohesiona todo lo viviente.

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Freud plantea dos masas artificiales:  Iglesia y ejército. Son masas de alto grado de organización, artificiales, que se protegen de las alteraciones que el exterior desea hacer de su estructura interna.  Estas masas se protegen de su disolución y se disciernen muy nítidamente en sus nexos.

En la Iglesia Cristo es el jefe, que ama a todos por igual, como bondadoso hermano mayor y sustituto del padre.  El sesgo democrático dicta que todos son iguales ante los ojos de Cristo, como hermanos.  Esta masa muestra crueldad e intolerancia ante aquello que amenaza su permanencia.

El ejército, en cambio implica una jerarquización.  En ambas la ligazón libidinal se da con el conductor y con los otros individuos.   El principal fenómeno de la psicología de las masas es la falta de libertad del individuo dentro de ellas. Evidentemente he presumido aquí muchísimo todo lo que se ha estudiado  acerca del fenómeno de masas, pero bueno, nos da una idea.

 

Con este entendimiento del fenómeno de las masas ¿cómo no vamos a  estar preocupados?

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Psicoanalista y psicoterapeuta de adolescentes y adultos. Docente de posgrado y ex coordinadora del Doctorado de la Asociación Psicoanalí­tica Mexicana, por su interés en la investigación en temas relacionados al psicoanálisis. Autora de diversos escritos tanto académicos como de divulgación y dos libros: 'Mitos del Diván' y 'La compulsión de repetición: La transferencia como derivado de la pulsión de muerte en la obra de Freud.'

Coautora del libro "Misión imposible: cómo comunicarse con los adolescentes" junto con Martha Páramo Riestra de Editorial Grijalbo 2015

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