Le pedí a la terapeuta familiar Carmen Andrea Juárez Acevedo (carmenandreajuareza@gmail.com y psiembramx@gmail.com) que nos escribiera, desde su especialidad en psicología del embarazo, qué aspectos psicológicos entran en juego cuando se pierde a un bebé. Leamos:
Un embarazo está lleno de cambios, repleto de expectativas, viene acompañado de planes y en muchos casos el embarazo está lleno de miedos también. La realidad es que, como sociedad, tendemos a pensar que todo embarazo culmina con tener un bebé en brazos y no siempre es así.
La vida siempre va de la mano de la muerte. Freud decía que si quieres soportar la vida debes prepararte para la muerte. Sin embargo, cuando se trata de un embarazo evitamos pensar en esta posibilidad. Y es que si reflexionamos en el trabajo que nos cuesta hablar de la muerte, se complica más cuando se trata de aceptar la muerte de un bebé antes de nacer. Ese momento en el que llega la oscuridad cuando esperabas dar a luz.
Cuando una persona pierde a su pareja se le llama viudo, incluso existe una palabra que define cuando un hijo pierde a sus padres, pero no hay denominación para quienes han perdido un hijo. Esto nos lleva a concluir que es un dolor sin nombre; es decir, un dolor indescriptible. Y es que va en contra de la naturaleza que los jóvenes mueran antes que los viejos y sin duda la muerte de un bebé confronta nuestra vida y el ciclo vital.
La OMS (Organización Mundial de La Salud) clasifica y define el tipo de muerte antes del nacimiento según las semanas de gestación que tenga la madre o bien por el peso del bebé. La realidad es que la pérdida no duele en función de las semanas de embarazo. Cundo fallece un bebé se mueren también las expectativas y planes de los padres. El bebé no logra llegar a nuestros brazos y tampoco llega el futuro que soñábamos. Bielek (2007) afirma que “la pérdida de un niño es la pérdida de la inocencia, la muerte de los más vulnerables y dependientes. La muerte de un niño significa la pérdida del futuro, de la esperanza y sueños, de nuevas fuerzas y de la perfección”.
Entonces nos encontramos con el vientre vacío y sin nadie a quien cargar en brazos. Comúnmente escuchamos a muchas mujeres decir que “perdieron” a su bebé; cuando lo cierto es que de alguna manera se encontraron, lograron habitar un mismo cuerpo por el tiempo justo que debía de ser.
¿Pero qué pasa con lo que sentimos? ¿A dónde se van todas esas ilusiones? Y ¿será posible sentirnos plenos otra vez?
Ante la muerte de un ser cercano se genera una reacción física y emocional llamada duelo. Echeburúa (2004) define el duelo como aquellas reacciones físicas, emocionales y sociales que se producen por la muerte de una persona cercana y que pueden variar desde un sentimiento transitorio de tristeza hasta una desolación completa. Que puede manifestarse en síntomas físicos como llanto, pérdida de apetito, insomnio, cansancio, etc. y síntomas psicológicos como pena, dolor, incertidumbre, etc.
Para elaborar un duelo buscamos que el doliente sea activo en este proceso. Muchos piensan que el tiempo lo cura todo, y no es así. Lo que determinará que algo se cure o no es lo que decidimos hacer en ese tiempo.
En la actualidad se habla del concepto de tareas del duelo (Worden, 2004) Este enfoque da a las personas una sensación de fuerza y la esperanza, dichas tareas se han conceptualizado de la siguiente manera:
- Tarea I: aceptar la realidad de la pérdida.
- Tarea II: trabajar las emociones y el dolor de la pérdida.
- Tarea III: adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente.
- Tarea IV: recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo
Es decir, debemos de ser conscientes de la perdida y comprenderlo como algo real para poder conectar con lo que sentimos y trabajar en ello. Esto dará paso a una adaptación de la nueva vida del doliente aceptando la ausencia de quien ya no está y poco a poco continuar con un dolor que no ya no cause sufrimiento.
Cada padre y cada madre tendrán rituales diferentes de despedida, los cuales buscamos que faciliten asimilar y aceptar la partida del bebé esperado que no llegó. Cada madre y cada padre transitarán por un duelo de una manera distinta pero es relevante mencionar que, como sociedad, debemos de ser más tolerantes y empáticos con este tema. La mayoría de las muertes fetales se viven en la intimidad del hogar, junto a la pareja si es que la hay o de manera solitaria. Comúnmente se trata de evitar el tema para que los dolientes no lloren más, se dan consuelos que hacen todo menos reconfortar a los padres. Pero como sociedad debemos de dar espacio a los cientos de padres y madres que viven esta situación y así lograr dar un lugar a ese hijo o hija que no estará brincando cada mañana en nuestra cama pero si estará acurrucado todos los días en nuestro corazón.
Bieleck, S (2007). Goodbye seems to be the hardest Word: A phenomenological analysis of parents´anticipatory mourning of a child´s impending death. Tesis Doctoral. The Chicago School of Professional Psychology
Echeburúa, E; Corral, P & Amor, P.J (2005) La resistencia humana ante los traumas y el duelo. En: Astudillo, W; Casado, A & Mendinueta, C (Eds). Alivio de las situaciones díficiles y del sufrimiento en la terminalidad (339-359) San Sebastián. Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos.
Psicoanalista y psicoterapeuta de adolescentes y adultos. Docente de posgrado y ex coordinadora del Doctorado de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, por su interés en la investigación en temas relacionados al psicoanálisis. Autora de diversos escritos tanto académicos como de divulgación y dos libros: 'Mitos del Diván' y 'La compulsión de repetición: La transferencia como derivado de la pulsión de muerte en la obra de Freud.'
Coautora del libro "Misión imposible: cómo comunicarse con los adolescentes" junto con Martha Páramo Riestra de Editorial Grijalbo 2015