Hay ajuste entre el temperamento de tu hijo y el tuyo

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Mother giving children breakfast

Tuve el gusto de entrevistar a mi colega (velapeniche@gmail.com) Luz María Peniche psicoterapeuta y psicoanalista de niños, adolescentes y adultos, acerca de un tema bien interesante que a continuación les comparto.

Los padres nunca se preguntan con respecto al temperamento de sus hijos, hasta que nace el segundo. Los problemas que experimentaron con el primero y las estrategias que desarrollaron para solucionarlos pueden no funcionar con el segundo. Todos los niños son diferentes, estas diferencias se hacen patentes desde el inicio de la vida; y tienen implicaciones importantes para la interacción padres-hijo.

El temperamento se define como  las diferencias individuales en reactividad a estímulos externos e internos, patrones de autorregulación motriz y atencional (Sanson, 1992).

Muchos rasgos de la personalidad son genéticamente determinados, pero también el temperamento puede ser coloreado por el ambiente en el que los niños son criados.

Aquellos padres que se dan la oportunidad de considerar los rasgos de personalidad de los niños, pueden ajustar su estilo de parentalidad para solucionar problemas de manera más efectiva.

El primer estudio que se hizo al respecto fue el de Alexander Thomas y Stella Chess y colaboradores (1968). Ellos hicieron un estudio longitudinal desde la infancia hasta la edad adulta, en donde observaban a los niños y a sus padres, el estudio se centraba en cómo las características del temperamento influenciaban la adaptación del niño a lo largo de su vida. Calificaron a los niños en base a 9 características temperamentales, las cuales solas o en conexión con otras, afectan como un niño se adapta en la escuela, con sus amigos y en casa. Las variables son nivel de actividad, regularidad de patrones de alimentación y de sueño, reacción inicial; adaptabilidad; intensidad de las emociones, estado de ánimo, distractibilidad, persistencia y rango de atención y sensibilidad sensorial. Con base a estos factores encontraron que la personalidad se puede dividir en tres categorías: fácil, difícil y lento.

Un hallazgo de este estudio es que el ajuste entre el temperamento de los padres y del hijo resulta de que las expectativas, valores y demandas del adulto estén de acuerdo a las capacidades naturales del niño. Cuando hay discrepancias entre estos dos es cuando mayor probabilidad hay de aparición de desajustes conductuales en los niños.

Por ejemplo se creería que un niño difícil automáticamente sería muy complicado de manejar, pero en realidad si hay ajuste o sincronía entre el ambiente y la persona, aunque tenga un temperamento difícil, no necesariamente se portará mal. El ajuste o sincronía es como dos piezas de rompecabezas que embonan perfectamente.

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Un caso que ejemplifica esto es el típico niño con Trastorno por déficit de atención, o un niño impulsivo, si tiene una mama pasiva, deprimida, letárgica, el niño se saldrá siempre con la suya, ya que la madre no tendrá el nivel de energía suficiente para poner límites y dar estructura.

Otro tipo de problema es un niño muy rígido y obstinado con una madre o padre muy flexibles, los padres harán lo que el niño quiere y el niño terminará  siendo muy prepotente y acostumbrado a hacer su voluntad.

A veces el problema está enraizado en el temperamento del padre o la madre, tal es el caso de una persona con cambios de estado de ánimo intensos y contrastantes, así el niño se asustará y se preocupará en demasía y puede desarrollar introversión y pasividad, por no poder lidiar con los cambios del estado de ánimo del padre.

En otros estudios se ha encontrado que la percepción de la madre en torno al temperamento del niño no necesariamente coincide con la realidad, a veces el temperamento del niño es juzgado con base al temperamento de la madre, lo que hace poco realista la percepción y por tanto las reacciones y conductas hacia ese niño.

También se ha visto que las madres con características de personalidad como sumisión, permisividad, ponerse en el rol de victimas, desesperanza, poca asertividad, depresión, poca constancia y consistencia, son aquellas que tienden a tener más problemas con los niños difíciles.

El temperamento del niño es patente desde la infancia temprana, y es una influencia importante en las diferencias individuales. Las variaciones en reactividad y autorregulación están relacionadas a patrones característicos de emocionalidad positiva o negativa; sociabilidad;  atención y concentración en cada niño. Estos patrones son estables a través del tiempo, mas no son inmutables. Tienen impacto en una amplia gama de logros conductuales, afectivos, cognitivos y sociales. La tarea de los padres es encontrar la mejor manera de calmar, disciplinar y estimular a su hijo.

La prevención y la educación en esta área dan oportunidad para que la parentalidad lleve a un desarrollo positivo aun en niños con temperamento difícil. De hecho se han realizado muchos estudios en este sentido con resultados bastante prometedores.

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La mayoría de los estudios en torno al parentaje y variación temperamental arrojan las siguientes conclusiones:

  • Atención y respeto a la individualidad: Por tanto no hay recetas secretas y si la hay sería sensibilidad y flexibilidad para las necesidades del niño.
  • Estructurar el ambiente del niño: Tomar en cuenta sus necesidades y estilo en el tipo de escuela, actividades extracurriculares y socialización.
  • El constructo del “niño difícil”: Cualquier programa de “cómo hacerlo eficientemente” probablemente será deficiente. En general no conviene etiquetar a los niños y tratar de encontrar el equilibrio entre las necesidades del niño y del padre. Es obvio que un niño difícil traerá más retos que un niño fácil, pero su temperamento se puede modular a través de las interacciones adecuadas:

En conclusión no hay niños problema, hay niños con muy diferentes temperamentos y lo que realmente importa es que los padres sean capaces de responder al niño de acuerdo a las necesidades del mismo, esto en cuanto a disciplina, limites y requerimientos conductuales. Hay que elegir cuidadosamente las batallas que vale la pena luchar, y las cuestiones que no tengan tanta importancia dejarlas ir. Se recomienda pensar, que así es el temperamento con el que el niño nació y por otro lado también asumir nuestro propio temperamento, para así poder encontrar la maneta de     que las cosas funcionen lo mejor posible, obviamente no hay magia, ni receta secreta, lo que funciona para un niño no funciona para otro.

 

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Psicoanalista y psicoterapeuta de adolescentes y adultos. Docente de posgrado y ex coordinadora del Doctorado de la Asociación Psicoanalí­tica Mexicana, por su interés en la investigación en temas relacionados al psicoanálisis. Autora de diversos escritos tanto académicos como de divulgación y dos libros: 'Mitos del Diván' y 'La compulsión de repetición: La transferencia como derivado de la pulsión de muerte en la obra de Freud.'

Coautora del libro "Misión imposible: cómo comunicarse con los adolescentes" junto con Martha Páramo Riestra de Editorial Grijalbo 2015

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