El movimiento feminista hoy: ¿Yo también o yo tampoco?

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Creo que todos estamos al tanto del movimiento #MeToo que surgió recientemente en Hollywood (aunque se fue gestando desde hace más de 20 años) en contra del acoso y el abuso sexual, y supongo que también se habrán enterado de la carta firmada por mujeres francesas, lidereadas por la actriz Catherine Deneuve, en contra del movimiento #MeToo arguyendo que una forma torpe de seducción no debe ser interpretada y denunciada como un acoso sexual.

Obviamente las francesas no mencionan que estás formas “torpes” de seducción las realiza un hombre que tiene poder real o figurado sobre una mujer (u otro hombre) que no lo tiene. Las francesas temen que se esté instalando un puritanismo que tienda a “abolir” la expresión del deseo.

Yo sí puedo distinguir cuándo un hombre tiene un acercamiento hacia mí desde el deseo y cuándo es desde el poder, la agresión, la humillación, el control, el sometimiento… etc. Estoy de acuerdo que habrá mujeres más sensibles que yo y mujeres más rudas, en esta capacidad de distinguir una cosa de la otra.

La feminista Camille Paglia dice que ya estuvo suave de que las mujeres se coloquen en lugares de indefensión y que no se hagan cargo de lo que provocan en los hombres. Si una mujer se viste provocativamente y por ello es acosada, ella debe hacerse cargo de eso y poder responder con fuerza y asertividad.

Podríamos hablar mucho de sus ideas pero los invito a que busquen sus escritos y los lean.

Por otro lado, a algunas mujeres les cuesta mucho trabajo hacerse cargo de su propio deseo y por eso lo proyectan al hombre, quien aparece como el seductor, ante la frágil mujer que no se logra apropiar de su sexualidad. De ahí que las fantasías de ser “tomadas a la fuerza” sean tan comunes entre el sexo femenino.

“Yo no lo quería, el me forzó” es lo que más excitaba a Michelle, personaje interpretado por Isabelle Huppert en la película “Elle” (2016, Dir. Paul Verhoeven).

También es cierto que hay mujeres que desean ser “rescatadas” y cuidadas por hombres poderosos y adinerados, y obtienen grandes beneficios de esas relaciones. Muchas veces también a costa de mucho maltrato.

Margaret Attwood ya nos había hablado en su libro “La maldición de Eva” de cómo, cuando del sexo opuesto se trata, los hombres temen no lograr ciertos estándares frente a la figura femenina, mientras que las mujeres temen ser violadas y asesinadas. ¡Y más en México!

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Una paciente proveniente de Cali, Colombia el otro día me dijo: “En Cali es común que te asalten, pero aquí en México tengo miedo a que me violen y me maten. El otro día en el camión me dieron un “arrimón” y cuando me di la vuelta a defenderme y reclamar, vi que el hombre estaba con cuatro amigos más, y preferí quedarme callada. Pero me sentí humillada, me siento humillada, y más por tener que haberme quedado callada”.

El acoso sexual NO ES UN ACTO DE DESEO, es un acto de agresión. No lo comete un hombre que ama a las mujeres, lo comete un hombre que las odia, un misógino. Y desgraciadamente la misoginia es una tendencia, las más de las veces inconsciente, muy común tanto en hombres como en mujeres.
El psicoanalista Donald W. Winnicott escribió ya en 1950:

“Todos los individuos (tanto hombres como mujeres) tienen cierta reserva de un temor a la `MUJER’… que podríamos decir es universal. Esto es muy distinto a decir que el individuo teme a alguna mujer en particular. Este miedo a la MUJER es un agente poderoso en la estructura de la sociedad… el responsable de la inmensa cantidad de casos de crueldad hacia la mujer, que podemos encontrar en costumbres aceptadas por casi todas las civilizaciones. Sabemos cuál es la raíz de este miedo a la MUJER. Se relaciona con el hecho de que en la historia temprana de cada individuo sano, que ha logrado encontrarse a sí mismo, hay una deuda con una mujer – la mujer que se dedicó a ese individuo desde pequeño, y cuya devoción era absolutamente esencial para el desarrollo sano de ese individuo. No se recuerda la dependencia original, y por tanto, la deuda no se reconoce… (p. 252)”

Muchos otros psicoanalistas han hablado del gran impacto que implica depender tan absolutamente de una mujer durante los primeros años de nuestra infancia. Cómo esta mujer, la madre, es vista por el infante como todopoderosa, omnipotente y omnipresente, y cómo nos afecta que los primeros retoños de nuestra sexualidad, el conocimiento de nuestro cuerpo y nuestras emociones, estén unidos a esta figura que, durante la infancia, nos resulta también enigmática. Ahí están las raíces de la misoginia, tanto para hombres como para mujeres, pues en eso ambos sexos concuerdan.

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Lo cierto es que hay al menos dos asuntos que hoy por hoy nos debilitan frente al hombre. El primero de estos es que los hombres son, en la mayoría de los casos, más fuertes que las mujeres, y saben usar mejor su fuerza desde pequeños, por cuestiones culturales.

El segundo es que el dinero y el poder no han sido distribuidos equitativamente a lo largo de la historia y hoy en día el resultado es que la mayoría de las veces en sus trabajos las mujeres están a merced de jefes hombres. Hay muchos factores más, como la educación, pero sólo enuncio estos dos.

Me parece que el movimiento #MeToo es importante y positivo, pues da palabra y legitimidad a la voz femenina, lo que es nuevo, muy nuevo. No obstante, se corre el riesgo de que sea un balazo en el pie que divida aún más a los sexos, que segregue a la mujer de los ámbitos masculinos, y que la aísle.

Además, las mujeres NO son solidarias entre sí (por eso el movimiento feminista no ha tenido los mismos avances que el movimiento LGTB). Bien decía Simone de Beauvoir que nada le apesta más a una ama de casa que una mujer que trabaja, y supongo que vice versa.

También es cierto que la mujer se debe dejar de colocar en el lugar de víctima indefensa y hacerse cargo de su vida y de sus cosas, y si eso implica ser contestataria pues que así sea, nos llamen como nos llamen.

Como escribió Virginia Woolf, una mujer necesita algo de dinero y una habitación propia. Pero para ello necesitamos leer, estudiar, trabajar… como siempre he dicho yo: levantarse bien temprano.

Y por cierto… #MeToo

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