4:30 de la tarde…
Norma espera en la puerta del colegio a Daniela, su hija de 12 años.
Para matar el tiempo, Norma revisa en el celular su perfil de Facebook. Hoy es cumpleaños de Paty, su mejor amiga. Le escribe un comentario en su muro y la etiqueta en la foto de un pastel.
Norma gira la cabeza en dirección a la puerta del colegio y comprueba que Daniela aún no sale.
Regresa la mirada a la pantalla del celular y ahora abre la aplicación de Twitter. Desde hace 5 minutos no lo revisaba y ya tiene 57 notificaciones nuevas. Comienza a leer una por una.
Una voz conocida regresa a Norma a la realidad:
-“Ya vámonos, mamá”.
Es Daniela, que jalando el vestido de Norma, le hace ver que ya llegó a su lado y ni cuenta se había dado.
Norma le contesta a Daniela: “¿Cómo te fue en la escuela, mi vida?”
Daniela inicia una larga lista de sucesos que para ella fueron importantes ese día:
-“La miss de Inglés nos hizo un examen sorpresa y lo pasé con 9. Y en clase de matemáticas, fui de los tres primeros en terminar un ejercicio y me dieron un punto extra. Luego salimos al recreo y…”
La voz de Daniela suena lejana y como un eco apenas perceptible para Norma, quien apenas despega la mirada lo necesario del celular, para darle un beso a su hija y decirle de manera automática: “Ajá…”
De repente, un grito de la niña hace que Norma le vuelva a poner atención:
-“¡Mamá, no me estás pelando!”
Norma deja por fin el celular a un lado y le responde a Daniela.
-“Claro que sí, mi amor. Sacaste 10 en tu examen de inglés y te mereces un premio.”
Daniela la corrige enojada: “¡Te dije que 9!”
-“Por eso, mi cielo. Te mereces un premio. ¿Qué quieres?”
-“¡Un helado!”, contesta la niña.
Norma toma de la mano a Daniela y caminan rumbo a la nevería a la que siempre van en esas ocasiones. Pero claro, Norma vuelve a fijar la vista en la pantalla del celular, mientras se dirigen a un par de calles del colegio.
Durante todo el trayecto, Daniela le cuenta con detalle a Norma la discusión que tuvo en el recreo con su mejor amiga, pero su mamá sólo tiene cabeza para leer los nuevos comentarios de sus amigas en Facebook…
Tanto es el interés de Norma en su celular, que no se da cuenta cuando Daniela suelta su mano y se queda atrás, mirando a un perro que le mueve la cola muy amistoso, al sentir la caricia de la niña.
El dueño del perro tampoco se da cuenta de la presencia de Daniela porque, al igual que Norma, está con la mirada fija en la pantalla de su celular, revisando sus redes sociales.
De milagro, -porque no hay otra palabra-, Norma cruza la calle sin tomar las precauciones necesarias y al estar del otro lado, se da cuenta que la niña ya no está con ella. Alarmada, voltea hacia atrás y ve que Daniela se quedó en la otra calle.
Daniela también voltea en ese momento, buscando a su mamá. Cuando por fin la ve, la niña sale corriendo en dirección a Norma y sin fijarse cruza la calle a toda velocidad.
¿Lo que sigue?… Algo que por desgracia ocurre más veces de las que nos gustaría contar: Daniela es atropellada por un auto que no logra detenerse a tiempo.
En este periodismo de vida te pregunto: ¿Sabes qué es el FOMO?
Es el nuevo síndrome cibernético que originó la muerte de Daniela, ya que Norma lo padece.
Cada día pasamos más y más tiempo en las redes sociales, compartiendo detalles de nuestra vida o viendo lo que nuestros amigos y familia publican, los compañeros del trabajo, de la escuela o los artistas que admiramos y seguimos en Twitter, Facebook e Instagram.
Eso es normal, hacerlo de repente, una que otra vez a lo largo del día. Sobre todo por la mañana, a la hora de la comida o ya en la noche cuando estamos descansando. Pero cuando esto se convierte en una adicción, entonces ya estamos hablando del FOMO.
¿Y qué significa FOMO?
Según sus siglas en inglés: Fear of missing out, o en español sería como “miedo a perderse de algo”. Es la ansiedad por estar desconectado de las redes sociales y pensar que precisamente en ese momento tus contactos están subiendo información que deberías ver.
Aunque no lo creas, todos, estoy casi segura que absolutamente todos, hemos experimentado el FOMO en algún momento. Por ejemplo, cuando nos quedamos sin batería en el celular o sin internet, y por alguna circunstancia del destino, necesitamos saber algo en ese preciso momento.
Y se agrava porque alguien nos dice que un conocido está subiendo algo a sus redes o porque pasa algo de lo que todos hablan y queremos enterarnos. ¿Recuerdan ese momento en el que les dicen que un artista murió, o que hubo un atentado en algún lugar del mundo? ¿Qué hacemos? Corremos al celular para buscar en internet si es cierto o conocer los detalles.
¿Pero cuándo el FOMO se convierte en un problema grave? Cuando ya es constante y no podemos permanecer más de un minuto alejados de las redes sociales, porque empezamos a tener irritabilidad y ansiedad.
Entonces, vienen consecuencias terribles como la que le ocurrió a Norma, que por estar pegada al celular, su hija Daniela terminó atropellada por un automóvil. Nos olvidamos de nosotros mismos y descuidamos nuestra apariencia, salud, integridad y hasta a las personas que nos rodean.
También hay consecuencias físicas, porque dañamos nuestra vista al permanecer con la mirada fija en una pantalla luminosa, aumentan los casos de insomnio, se elevan los niveles de estrés, tenemos dolores de cabeza continuos o crónicos, y se ve afectada la capacidad de concentración.
Por el lado social, la convivencia resulta muy difícil: eso de hablar con otras personas cara a cara y no por WhatsApp o por inbox. Entonces, te vas quedando solo y crees que platicar con muchas personas en redes sociales es convivir en realidad.
Con los casos de FOMO, las personas llegan a creer que hay demasiados lugares que visitar, muchos eventos a los que deben asistir, libros que leer, películas que deben ver. Y todo porque los demás en redes lo recomiendan. Y como no hay tiempo porque, claro, se la pasan en redes sociales, les entra una ansiedad por creer que tienen mil pendientes y no pueden con ellos.
Pero, tal vez, una de las peores consecuencias de padecer FOMO es la depresión, causada por esa constante comparación de nuestra vida con la de nuestros contactos que, en apariencia, son más bellos, más exitosos o tienen más dinero.
Porque en redes sociales están los dos extremos, los que aparentan tener vidas perfectas o parejas ideales, o los que se la pasan publicando que tienen una vida del asco y que sufren todo el tiempo.
Yo no digo que esté mal tener redes sociales e interactuar con los demás usuarios. De hecho, me gusta mucho cuando me escriben a mis redes y me cuentan qué les pareció el programa, los temas de los que hablamos o me cuentan sobre sus problemas, que son también los míos y los de todos los que formamos esta comunidad de QTF.
Pero lo malo, es cuando esto ya es un vicio, cuando no podemos estar sin ver el celular cada minuto y dejamos de relacionarnos con la gente que nos encontramos en el camino, cuando entramos en un elevador, en la fila del banco o en las cajas del súper.
Dice un dicho popular: “Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.” Hay que usar las redes sociales con moderación y no dejar que ellas sean las que nos controlen a nosotros.
Yo te pregunto: ¿cuántos minutos de tu día pasas en las redes sociales? ¿O cuántas horas? ¿Lo habías pensando antes o hecho consciente? Tal vez padeces FOMO y ni lo sabías…
Hola, soy Fernanda Familiar, Fer para ti.
Esta es tu casa digital, donde para mí es un placer recibirte para informarte de contenidos actuales, noticias y muchas historias, mismas por las que me llaman: la ’periodista de vida’.
Te comparto que junto con mi equipo de trabajo, haremos nuestro mejor esfuerzo para que tengas una experiencia memorable en esta navegación digital. Este espacio para mí representa un compromiso y una responsabilidad porque eres mi invitada o invitado de lujo.
Mi día a día es una locura: voy del programa de radio en Grupo Imagen, a encontrarme con miles de personas en una conferencia, grabo los Fernanda Talks Home, atiendo mi casa y a mis hijos; de ahí a dar una plática para una empresa, entrevistar a alguien, escribir un poco para editar otro libro... Alguna vez me dijo Héctor Bonilla que yo me había tragado una turbina, y ¡sí! Vivo intensamente feliz a este ritmo, desde hace más de 30 años y, lo mejor, es que todavía tengo mucho que aprender, mucho por hacer, decir y compartir contigo.
Tu casa digital es visitada mensualmente por 4 millones de personas que encuentran algo en común, por eso son una comunidad que me permite unirles; porque tenemos los mismos valores, principios y porque sabemos que, en este espacio, ¡somos más los buenos!
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