¿Te imaginas que un estado completo desaparezca un día a consecuencia de la guerra?
Esto fue lo que sucedió con Prusia, el estado europeo del Báltico ubicado en donde actualmente está Polonia, y que fue clave en la historia entre el siglo XVIII y la Primera Guerra Mundial.
Esta pequeña porción de Rusia y la zona oriental de Alemania perteneció a Polonia durante el siglo XV, hasta que en 1701 se constituye como reino propio y en el siglo XIX se disputa con Austria la hegemonía por la unificación alemana.
Después de la Primera Guerra Mundial, Prusia formó parte de la República de Weimar y finalmente desaparece en 1945. Es precisamente durante la evacuación de la Prusia Oriental, en la Segunda Guerra Mundial, que se lleva a cabo un desplazamiento de la población de origen alemán que habitaba el este y otras regiones de Prusia hacia las fronteras alemanas.
Este periodo histórico se ha llamado también “holocausto prusiano”, pues se trató de una limpieza étnica con todas las características de un genocidio. Un periodo terrible que inicia con la evacuación bajo dominio de las fuerzas nazis ante la amenaza de la invasión soviética y termina con los acuerdos de la Conferencia de Postdam sobre la expulsión de alemanes tras la guerra.
En octubre de 1944 el Ejército Rojo inicia la ofensiva en Prusia Oriental, pero a las dos semanas decide retroceder temporalmente. Algo que aprovecha el Ministerio Nazi de Propaganda para publicar que las fuerzas soviéticas habían cometido crímenes de guerra en los pueblos de Prusia.
Se habló de 2 pueblos en particular: Nemmersdorf -que actualmente es Mayakosvkoye, Kaliningrado- y Goldap. Donde, según los alemanes, todos los habitantes prusianos fueron asesinados. La intención de los nazis era motivar a los soldados alemanes en su esfuerzo de detener al Ejército Rojo, pero en realidad se inició una ola de pánico entre los civiles de origen alemán.
Por escapar de las fuerzas soviéticas, los refugiados alemanes se encontraron atascados en las vías del tren, en medio de la nieve y con temperaturas inferiores a los 25 grados bajo cero, mientras los aviones rusos los atacaban. Se estima que aproximadamente 2 millones de habitantes de las provincias de Prusia Oriental, Prusia Occidental y Pomerania murieron de hambre o por los ataques soviéticos.
Conforme la Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin en la mitad de 1944, el Ejército Rojo socialista invade Prusia Oriental cuando llegan las fuertes heladas y los caminos llenos de barro se cubren por una capa de hielo duro. Es cuando 200 divisiones soviéticas se abalanzan como hordas salvajes en territorio alemán y el primer territorio en caer es Nemmersdorf.
El primer enfrentamiento se da en las afueras del poblado, donde comienza la salvaje represión rusa al ejecutar a 14 civiles, entre hombres y mujeres. Lo más grave comienza cuando un grupo de soldados alemanes se resisten para que sus compatriotas escapen, pero los rusos avanzan con violencia y en su camino matan no sólo a alemanes sino a un grupo de prisioneros de guerra franceses.
Una vez en el poblado, cuando los rusos se dan cuenta que perderán ante la resistencia alemana, comienzan a violar mujeres, a asesinar hombres, ancianos y niños. Algunas mujeres son clavadas en cruces de madera y asesinan a los niños a golpe de pala.
Ante semejante carnicería se invita a reporteros de Suecia y Suiza para pedir un castigo a los soviéticos, pero el odio en contra de los nazis y frente a la inminente derrota de Alemania en la guerra provocaron que los países que se enteraron hicieran caso omiso y se acusó al gobierno alemán de querer hacer propaganda con fines bélicos.
La masacre de Nemmersdorf el 22 de octubre de 1944 es uno de los crímenes de guerra más aberrantes en la historia de la humanidad, a manos del Ejército Rojo soviético, en contra de la población civil en el este de Prusia.
Los soviéticos calificaron lo ocurrido en Nemmersdorf como un gran montaje, como hicieron con la masacre de oficiales polacos en los bosques de Katyn, donde se comprobó que habían sido los rusos los responsables.
Esta segunda cara del conflicto bélico es difícil de aceptar, porque finalmente los crímenes nazis sobrepasaron cualquier otra situación. Pero no se exculpa a los soviéticos de haber cometido también estas masacres infames. Y sobre este tema es que la escritora regiomontana Sofía Segovia escribe su más reciente novela titulada “Peregrinos”.
Después de sus dos libros anteriores, “El murmullo de las abejas” y “Huracán”, Sofía Segovia se aleja miles de kilómetros y en el tiempo para hablar sobre Ilse y Arno, dos niños que sobrevivieron a esta masacre y que años después llegan a Monterrey, donde conocen a Sofía y le cuentan su historia.
Hay en la literatura sobre el holocausto nazi una infinidad de libros, pero pocos se atreven a contar una versión donde los alemanes también fueron víctimas y no se trata de esos alemanes de los campos de concentración, sino de víctimas de la guerra que también sufrieron las consecuencias de ser gobernados por un demente.
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