Martes 13

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Patricia termina de maquillarse… Una gruesa capa de polvo cubre su rostro…

Rafa, el traspunte del teatro, toca la puerta del camerino y le dice: “Cinco minutos para la tercera llamada”.

Patricia voltea y mira su reloj sobre el tocador. Efectivamente, son las 7:45. 

Sólo falta el último detalle… Toma un espejo de mano y se coloca con cuidado el par de pestañas postizas. 

Cuando casi ha terminado, el pegamento no se fija del todo al párpado y Patricia intenta rescatar la pestaña izquierda que se desprende. 

Ese movimiento inesperado provoca que el espejo caiga directo al piso.

Una lluvia de vidrios se esparce por todo el camerino. Patricia grita, pero no de dolor. 

Rafa entra asustado, creyendo que algo le pasó a la primera actriz.

Patricia mira horrorizada los fragmentos del espejo, cuidándose de no reflejarse en ellos.

¿Se encuentra bien, señora?, pregunta Rafa.

“¡Tira esos pedazos de espejo, pero rápido!, contesta Patricia, completamente histérica.

Mientras Rafa obedece, Patricia sale del camerino, aún temblando. Debe estar en su lugar cuando den la tercera llamada.

En su camino, se encuentra con una escalera que dejaron en medio del pasillo que conduce al escenario. Nuevamente, un sudor frío moja su espalda. Patricia rodea la escalera y evita pasar por debajo de ésta.

“Tercera llamada, comenzamos”, se escucha por los altavoces del teatro. 

Patricia se coloca en el centro del escenario… Las luces se apagan en toda la sala…

Patricia se persinga tres veces y suspira profundo. La función ha comenzado y ella evitó en lo posible cualquier cosa que atraiga a la mala suerte.

La función comienza y Patricia está segura que después de persignarse tres veces, ya nada malo puede salir durante los casi 90 minutos que dura la obra.

Este ritual lo ha practicado desde hace 50 años, cuando comenzó su carrera de actriz.

Seguramente la historia de Patricia no es novedad para muchos de ustedes. ¿Cuántos hemos sufrido la amarga experiencia de que se nos rompa un espejo? E inmediatamente pensamos que ya nos echamos 7 años de mala suerte.

Esta creencia viene desde los antiguos griegos, que practicaban la adivinación llamada “catoptromancia”, basada en el espejo. Si éste se caía y rompía, la vidente interpretaba que la persona no tenía un futuro agradable o que no tardaría en morir en menos de un lapso de 7 años.

Hoy es martes 13, considerado como un día de mala suerte en países como México, España, Argentina, Chile y Venezuela.

Y la superstición se remonta a siglos de antigüedad y por varios motivos. El más conocido se relaciona con la “última cena”, donde el treceavo apóstol fue Judas, quien entregó a Jesús para ser crucificado.

También se relaciona la fecha de martes 13 con el dios romano “Marte”, dios de la guerra, asociado con la destrucción, la sangre y la violencia. 

¿Pero qué otras supersticiones existen?

La primera, obviamente, es la de tirar sal por encima del hombro izquierdo, si alguien la derrama por error. Esto viene desde los sumerios, egipcios y griegos, que también consideraban un mal augurio pasar la sal de mano en mano. 

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También está la costumbre de cruzar los dedos. ¿Saben por qué? Porque durante el Cristianismo se pedía un deseo a una cruz de madera. Posteriormente, sólo se cruzaban los dedos en presencia de otra persona cuando se expresaba apoyo o buenos deseos para ella.

¿Y qué tal la herradura apuntando hacia arriba? Su origen se remonta al siglo X, y por San Dustan, a quien se le apareció una criatura mitad humano, mitad animal, solicitándole un par de herraduras. Pero San Dustan se dio cuenta que se trataba de Satanás y le clavó las herraduras de una manera muy dolorosa, hasta que el Diablo se rindió.

Pero la que no podemos olvidar es la superstición del gato negro. Que empezó en el año 1233, cuando el papa Gregorio IX, aseguró que los gatos negros eran diabólicos, acompañantes de brujas o mensajeros de Satanás. Por eso, muchos felinos fueron asesinados en aquella época. Y aún en nuestros días la gente considera como mala suerte que un gato negro se cruce en su camino.

¿Y cuántos de ustedes evitan pasar por debajo de una escalera? La explicación de esto también se originó durante el Cristianismo, ya que una escalera apoyada en la pared forma un triángulo, que por mucho tiempo se relacionó con la Santísima Trinidad. Atravesar este triángulo era como desafiar a lo sagrado.

Otra superstición que todo mundo conoce es la de tocar madera cuando hablamos de algo que deseamos que nunca nos pase. ¿Cómo se originó ésta? Porque en la cultura celta los árboles poseían un valor de amuletos de la suerte, donde se creía que habitaban ciertos espíritus y dioses de la buena fortuna.

Pero la superstición más común, que desde niños nos dicen los papás, es no abrir un paraguas dentro de la casa. ¿Por qué? Porque Jonás Hanway fue el primer británico en llevar un paraguas al Reino Unido, en el siglo XVIII. 

Era de tanta utilidad por el clima lluvioso de Gran Bretaña, que se hizo muy popular y la gente comenzó a abrirlo antes de salir de casa. Esto ocasionó que muchas personas perdieran los ojos y terminaran con lesiones en el rostro. Así que la idea de abrir un paraguas dentro de las casas se relacionó con la mala suerte.

Podríamos hablar todo el día de las supersticiones que tenemos, porque los mexicanos, al igual que muchos pueblos, poseemos esta idea de lo sobrenatural como algo inherente a nuestra cultura. Creemos en la magia, en la suerte, y obviamente también en la mala suerte. 

Algo que no está mal, porque a nadie le hace daño un poco de fantasía. Siempre y cuando estas creencias no se conviertan en un obstáculo para llevar una vida normal, para salir de nuestras casas, para convivir con los demás. 

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Porque así como creemos en que ciertas acciones pueden atraer la mala suerte, entonces también pensemos que otras acciones pueden provocar que nos vaya muy bien. ¿Tiene lógica, no? 

Podemos cambiar nuestro destino para bien, como lo hemos demostrado en muchas situaciones. Con cada pensamiento, con cada acción, con cada día en que nos levantamos con la idea de tener el mejor día de nuestra vida y así… poco a poco y sin darnos cuenta, viviremos cientos, miles de buenos días.

Un martes 13 no es de mala suerte si así lo creemos. Un martes 13 puede ser tan bueno como tú te lo propongas. La suerte es algo que nosotros forjamos, algo que hacemos con nuestro trabajo, con empeño, con honestidad, con nobleza, con un espíritu de comunidad. 

La suerte la hacemos todos. Y como yo siempre digo que somos más los buenos, entonces, hagamos que en nuestras vidas sólo existan días de muy, muy buena suerte.

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