Los genes

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“Cuando sea grande quiero parecerme a mi mamá.”, decía Lorena cuando apenas tenía diez años. Sería tan alta como para alcanzar las cajas de cereal de la alacena y tan fuerte como para cargar todos sus juguetes con un solo brazo.

Lorena era sumamente feliz cuando los adultos le decían que había heredado los hermosos ojos verdes de su mamá, pero no cuando le recordaban que su cabello era idéntico al de su papá.

Y es que Lorena poseía una cabellera bastante peculiar. Era tan lacia que sentía que traía un plato de espaguetis derramado en la cabeza. Y peor aún si se lo amarraba con una liga, porque entonces parecía que traía una escobeta en la nuca.

El tiempo pasó y Lorena creció hasta alcanzar a su mamá, cuando apenas tenía 15 años. Ahora, ser tan alta no parecía tan agradable y menos porque siempre era la última en la fila. Lorena sentía que su cuerpo le estaba haciendo una muy mala jugada. ¿Por qué no le salían pestañas largas como las de su mamá?

Pronto, los ojos verdes de Lorena se convirtieron en algo menos importante. Se sentía mal por su aspecto físico, pues cada que se miraba al espejo sentía parecerse más a su papá. “De suerte no me ha salido barba.”, pensaba.

Se acabó el tercer año de secundaria y Lorena estaba más preocupada que nunca. Así que le pidió a sus papás que le compraran una rizadora de cabello y zapatos bajos. Lorena pasó las vacaciones de verano pensando cómo arreglar su imagen para no llegar a la preparatoria y ser vista como un enorme árbol con cabellos de fideo. Así que compró algo de ropa y practicó horas y horas con su cabello.

Por fin llegó el primer día de clases. Lorena se levantó más que temprano, rizó su cabello, se puso unos jeans, una blusa rayada y se fue a la escuela.

Lorena caminó nerviosa hasta la puerta de la preparatoria. Pasaba entre todo tipo de chicos que apenas le llegaban al hombro. Pensó en caminar con las rodillas medio flexionadas, pero la gente podría pensar que a parte de enorme, también estaba loca.

Lorena llegó justo a las 8 de la mañana al colegio. Todo parecía ir bien, pronto abrirían las puertas y hasta ahora nadie la miraba raro. De pronto, comenzó a llover y Lorena buscó algún techo para taparse, pero entre tanta gente sólo encontró un árbol donde cubrirse. El cabello de Lorena se mojó rápidamente y comenzó a escurrirse por su frente. Por más que intentaba taparse con el árbol, no dejaba de sentir gotas salpicándole la cara. Lorena estaba a punto de llorar, de no ser porque una voz la detuvo:

“Vaya que se soltó fuerte la lluvia.”, dijo un chico que llegó a cubrirse bajo el mismo árbol.

Lorena lo miró impresionada. Era incluso más alto que ella y tan guapo como ninguno que hubiera visto. Y no dudó en responderle con una sonrisa. Él se quitó la chamarra y la puso en la espalda de Lorena.

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Y así fue como Lorena conoció a su primer novio, con el cabello empapado y embarrado en el rostro y los zapatos chorreando agua. Dos meses después cuando él le pidió ser su novia, Lorena le preguntó: “¿Por qué te acercaste a mí el día que nos conocimos?”

Él contestó: “Porque jamás había visto a una chica en la lluvia con un cabello tan bonito como el tuyo.”

Lorena se ruborizó y le dijo: “Sabes… siempre quise parecerme a mi papá.”

Es un hecho que los rasgos se transmiten de padres a hijos. La palabra genética proviene de una palabra griega que significa raza, y su interés es conocer cómo la herencia biológica se traslada de una generación a la siguiente.

Los genes se forman de segmentos de ADN, que es la molécula que codifica la información genética de la célula y puede crear copias exactas o casi exactas de sí misma. Y son precisamente estos genes los que contienen la información necesaria para determinar nuestra apariencia física.

Nosotros somos una combinación entre los genes de nuestros papás, en donde durante la fecundación heredamos tanto los genes maternos presentes en el óvulo como los genes paternos presentes en el espermatozoide.

Pero, ¿por qué me parezco más a mi papá que a mi mamá? O al revés…

Lo que sucede es que cada versión de un gen se denomina alelo. Si un alelo es dominante significa que prevalece sobre el otro alelo. Por ejemplo, el alelo del color de ojos marrón es dominante sobre el alelo de color de ojos azul. Por eso cuando una persona tiene un alelo marrón y el otro azul, sus ojos son de color marrón.

El del color de ojos es un caso simple, pero la mayoría de los rasgos tienen patrones de herencia impredecibles y complejos. Por eso, ha sido bastante difícil para el ser humano investigar el código genético en su intento por manipularlo.

¿Te imaginas que en el futuro pudieras elegir el color de piel o de ojos de tu hijo? ¿O incluso modificar tu código genético para deshacerte de alguna enfermedad?

Pues en torno a este tipo de posturas, países como Gran Bretaña han aprobado estudios a favor de la modificación genética. Hace poco más de un año, un grupo de investigadores recibió autorización para analizar las etapas tempranas en embriones con el fin de entender mejor el desarrollo humano a través del código genético.

Dichos expertos afirman que tales estudios podrían derivar en el desarrollo de tratamientos efectivos contra enfermedades como la distrofia muscular y el VIH.

Sin embargo, una polémica se ha levantado en torno al tema, ya que grupos en contra de estas investigaciones afirman que modificar lo que la naturaleza crea por sí misma es algo que puede derivar en terribles consecuencias. Además, para muchos resulta indignante el utilizar embriones para fines científicos sin tomar en cuenta el lado humano

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No es la primera vez que el ser humano intenta desentramar su código genético. Los chinos lo intentaron, pero fracasaron y abandonaron el proyecto. Y es que para muchos puede resultar atractiva la idea de poder seleccionar las características de nuestros hijos, tal como si se tratara de una fábrica para hacer bebés, donde sólo falta elegir los ingredientes. Pero para muchos otros representa un gigantesco grado de deshumanización que nos llevará a ser cada vez más mecánicos y menos orgánicos.

Por eso hoy te pregunto: Si pudieras elegir las características físicas de tus hijos, ¿lo harías? Si tuvieras en frente de ti una máquina exprés para hacer bebés, ¿qué variedad de niño pedirías? y ¿cuánto pagarías por él? O mejor aún, ¿pedirías factura o ticket?

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