Las pastorelas, legado mexicano

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El día comienza con un fuerte martilleo y los primeros rayos del sol asomándose por entre el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl.

Un carruaje majestuoso, empujado por un par de caballos blancos, cruza la plaza. Entre el lodo y el excremento de burro, las ruedas se mueven con dificultad.

Una carreta con leña le sale al paso y el carruaje se ve obligado a detenerse para no impactarse. En ese instante, por la ventanilla se asoma una dama vestida con finas telas y encajes bordados a mano.

Doña Isabela de Pantoja y Mendoza, condesa de Miravalle, pregunta al cochero:

-“¿Qué es todo ese ruido, Cosme?”

El sirviente, que viste un traje de terciopelo con remates dorados, guantes blancos y sombrero, le responde a la condesa:

-“Son los, señora. Desde ayer los tienen construyendo un tablado en el centro de la plaza porque dicen que hoy se presentará un entremés con tema religioso.”

Doña Isabela mira con mayor detenimiento aquella plataforma de madera con unos extraños decorados que asemejan parte de cielo, con sus nubes y querubines; y parte del infierno, con llamas y demonios.

Ese mismo día, horas más tarde, un centenar de personas se reúne en torno al escenario recién construido. Indígenas, criollos, mestizos y españoles, cuidando no mezclarse demasiado, miran entretenidos el drama que los franciscanos prepararon.

Se acerca el nacimiento del hijo de Dios y el Arcángel Gabriel se aparece a un grupo de pastores para anunciar tan grandioso evento. Ellos, emocionados, emprenden el viaje para ir a adorarlo, llevarle regalos y celebrar su nacimiento.

Pero cuidado, porque el Arcángel les dice que el diablo impedirá a toda costa que lleguen a tiempo. Y para esto, recurrirá a cientos de trucos.

Entre los pastores se encuentra una simpática jovencita llamada Gila, que trae de un ala a un pobre y atarantado pastor de nombre Bato. También va un matrimonio, donde ella se siente superior a los demás pastores y él no deja de comer.

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Por otro lado, un trío de pastoras chismosas se la pasan enredándolo todo, causando así el enojo de la pastora más anciana y complicando la existencia a dos que tres pastores solteros que ven como posibles maridos.

El diablo se disfraza de pastor, de pastora, de arcángel y hasta de algún animal curioso. Intentando que los pastores no lleguen al pesebre. Sin embargo, ninguno de sus trucos funciona y en una terrible lucha contra el Arcángel Gabriel, el diablo es vencido y hasta le cortan la cola.

Finalmente, los pastores llegan al nacimiento del niño Jesús y le entregan los humildes obsequios que llevan. También los 3 Reyes Magos le ofrecen oro, mirra e incienso. Festejando que el bien triunfó sobre el mal.

Terminando la presentación, todo el mundo aplaude entusiasmado.

Doña Isabela se acerca a Fray Juan de Zumárraga y le dice:

-“Lo felicito, padre. Este auto sacramental es distinto y muy entretenido.”

Fray Juan le contesta sonriente:

-“Gracias, doña Isabela. Es una manera que se me ocurrió para catequizar a los indios y creo que no me equivoqué. Mírelos cómo están encantados.”

En el periodismo de vida de hoy, hablamos de un género teatral originado en México durante la época virreinal, las famosas pastorelas.

En menos de un mes, veremos por todos lados que se representan infinidad de pastorelas, siguiendo esta tradición que Fray Juan de Zumárraga impuso en nuestro país por primera vez en el año de 1530.

En ese entonces, Zumárraga expide una ordenanza para celebrar lo que llama “una farsa de la Natividad gozosa de nuestro Salvador”, cuyo objetivo es explicar a los indígenas los misterios de la Eucaristía y ciertos aspectos de la religión católica, como el pecado y la fe.

El modelo usado para este nuevo género es el de los entremeses o coloquios, que ya eran muy conocidos en España, sólo que agregando los temas convenientes para evangelizar a los nativos de estas tierras.

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Algunos investigadores señalan que la primera pastorela escrita en náhuatl y montada en México es “La adoración de los Reyes Magos”, del franciscano fray Andrés de Olmos en 1550.

Pero lo que es un hecho, es que Joaquín Fernández de Lizardi, apodado “el pensador mexicano”, escribe en 1818 su pastorela “La noche más venturosa”. La cual se convierte en la pastorela más representada en México desde 1826 y hasta nuestros días.

Con los cambios del siglo 20, las pastorelas también evolucionan y en muchos casos dejan a un lado el lenguaje culto de Lizardi y el verso, para incorporar la picardía y la crítica política en este género dramático.

Pero si en México hay un promotor y protector de las pastorelas, ese hombre tiene un nombre y apellido: Miguel Sabido.

Dramaturgo, poeta y productor de televisión, Miguel Sabido cuenta que a los 6 años ve por primera vez una pastorela y queda enamorado del género.

A sus 80 años, Miguel Sabido es el mayor defensor de esta tradición, que además de producir por varios años su famosa pastorela barroca, también publica en el año 2012 un libro donde realiza una investigación histórica antropológica de las pastorelas.

Hoy hablaremos con él de este tema y muchas otras cosas en QTF.

Y por lo pronto, te invito a que compartas en nuestras redes sociales: ¿Cuál es la pastorela que más te ha gustado? O dime cómo fue la primera vez que viste una pastorela.

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