Leonor despierta de un profundo sueño preguntándose si aún sigue durmiendo. Abre los ojos lentamente y confirma que se encuentra en su cama. Un silencio absoluto reina en la habitación. Pero una nueva punzada en el vientre le confirma que no está dormida y el dolor es real.
En medio de la oscuridad, Leonor alcanza a ver la hora en el reloj digital. Apenas son las 4 de la madrugada. Andrés sigue dormido a su lado, sin darse cuenta que por fin la espera de casi 9 meses terminó.
Eso es lo que más le preocupa a Leonor, que son apenas 8 meses y medio, pero ese dolor ya lo experimentó una vez con Javier, su hijo de 4 años. También fue de noche cuando su primer hijo decidió llegar a este mundo.
Con cuidado para no despertar a su esposo, Leonor se levanta de la cama y se dirige al baño para vestirse y asearse un poco. Esta vez no quiere llegar al hospital sin peinarse y arreglarse.
De repente, Andrés se despierta y mira a Leonor saliendo del baño, cargando la maleta con la ropa del bebé. Abre bien los ojos para cerciorarse de lo que pasa, aún despertando y le pregunta a su esposa:
-“¿Qué haces levantada a esta hora?”
Leonor lo mira sonriente y con toda tranquilidad le responde:
-“No te vayas a espantar ni te pongas nervioso, pero mejor te paras, te vistes y nos vamos al hospital porque creo que se me adelantó el parto.”
Andrés se para de la cama como impulsado por un resorte, se tropieza y busca torpemente su ropa, mientras le contesta a Leonor:
-“¡¿Y lo dices tan tranquila?!”
Leonor lo mira divertida e intenta calmarlo, diciéndole:
-“Tranquilo, Andrés. Ya pasamos por esto y recuerda que tampoco es para salir corriendo. Termina de vestirte con calma. Voy a despertar a Javier para que se vaya con nosotros y te esperamos en el carro.”
Y así, con esa calma y serenidad, Leonor sale de la habitación. Andrés la mira impresionado y piensa que definitivamente las mujeres son más fuertes que los hombres. Sabe que si él fuera quien estuviera a punto de parir, ya estaría gritando o en el piso desmayado.
En el auto, ya de camino al hospital, Leonor le recuerda algo muy importante a su esposo:
-“Andrés, por favor, no te despegues de Javier ni te pongas muy nervioso o el niño va a pensar que algo grave me está pasando.”
A lo que Andrés le responde:
-“¡Pero el niño se adelantó dos semanas! ¿Cómo no quieres que esté nervioso?”
Todo el trayecto al hospital Leonor intenta tranquilizar a su esposo, asegurándole que no es ni la primera ni la última mujer embarazada a la que se le adelanta el parto. Pero hay algo que sí es muy importante para ella y se lo dice:
-“Lo único que te pido es que sea por parto natural o por cesárea, le digas al doctor que quiero tener al bebé junto a mí lo más pronto posible.”
Andrés le asegura que así será, aunque le extraña un poco la petición de Leonor de esa manera tan insistente.
Lo que no sabe Andrés es que su esposa estuvo leyendo durante el embarazo sobre la importancia del vínculo entre la madre y el recién nacido. Algo que para su segundo hijo, Leonor ya tiene muy dominado y desea experimentar con mayor calma en esta ocasión.
En este periodismo de vida, la historia de Leonor nos muestra una nueva generación de mamás que, gracias a las investigaciones más recientes y los nuevos estudios, están más informadas sobre las conexiones emocionales e incluso biológicas que se originan con los hijos desde el primer minuto de nacidos.
Muchas situaciones han cambiado en los últimos años y ahora las mujeres tomamos con más calma el nacimiento de los hijos, pero también hay mucho material que nos dice cuáles son las mejores condiciones para asegurar dentro de lo posible un mejor alumbramiento.
En años anteriores se creía que lo más fuerte había pasado con el parto, pero hoy se sabe que el proceso sigue ocurriendo al menos durante la primera hora de vida de nuestros hijos y que esto es fundamental para crear un vínculo entre mamás e hijos.
El proceso es extenuante para ambos y una vez que termina el parto viene este primer respiro, en el caso de la mamá para recobrar el aliento y en el del niño por primera vez porque la falta de oxígeno despliega sus pulmones y cambia la configuración del corazón.
Enseguida ocurre la primera mirada del bebé a su mamá. Según la psicóloga perinatal Sara Jort, es cuando “se da un escenario neuroquímico irrepetible”.
¿A qué se refiere con esto de “escenario neuroquímico”?
Al estado de alerta en que se encuentra el bebé y que no volveremos a ver en meses. Lo observa todo con una intensidad abrumadora y busca algo con insistencia: a la mamá. Para encontrarla el bebé tiene ya unas referencias infalibles por las que es imposible que lo engañen, aunque sea otra mujer quien lo cargue o lo tenga en los primeros minutos.
El bebé tiene grabado ya el olor, la cadencia del corazón, el sonido del estómago y hasta la vibración de la voz de la mamá. Una vez que ambos cuerpos vuelven a unirse, en pocos minutos las respiraciones de los dos se acompasan y la temperatura se regula, como si nuevamente fueran un mismo cuerpo.
El doctor Marshall Klaus, profesor de pediatría de la Universidad de California, describe con precisión lo que ocurre en la primera hora de vida del bebé si se deja tranquilo con la mamá:
Durante los primeros 30 minutos, el bebé descansa y mira a su mamá intermitentemente. Entre los 30 y los 40 minutos, empieza a llevarse la mano a la boca y ensaliva. Después, comienza a empujar con sus piernas y a desplazarse por el abdomen bajo de la mamá.
Cuando alcanza el esternón, empieza a mover la cabeza y a hacerla rebotar sobre el pecho materno. Vuelve su cabeza de un lado a otro y cuando llega cerca del pezón, abre mucho la boca. Tras varios intentos, consigue engancharse perfectamente al pecho.
Todo esto se lleva a cabo en esa primera hora del bebé. Una vez que llega al pezón, en ambos cuerpos inicia una cascada de hormonas de oxitocina, prolactina, endorfinas… En fin, un proceso de placer para la mamá y el bebé.
En la investigación del doctor Klaus se demostró que si se lavaba con agua y jabón uno de los pechos de la mamá, el bebé se dirigía inmediatamente al otro. Por eso el obstetra francés Michel Odent dice que antes que cualquier prueba, gotas, vacuna o baño, lo más importante es que el bebé tenga contacto con la mamá, salvo que necesite realizarse una intervención quirúrgica.
Muchos estudios similares afirman que cuando la mamá es separada del recién nacido puede sentir aislamiento, desconexión a su hijo e incluso puede dudar si es realmente suyo, aunque racionalmente sepa que lo es, y esto derivar en culpa, tristeza y depresión.
Después de esta información, hoy te pregunto a ti que me escuchas y eres mamá: ¿Experimentaste algo de esto que te acabo de contar con los nacimientos de tus hijos? ¿Qué sentiste la primera vez que viste a tu bebé y lo cargaste?
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