Difamación

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Como todas las mañanas, Leonor prepara el desayuno de los niños: huevos, jugo y un poco de fruta. Algo sencillo para que no se les haga tarde.

Una vez más, Rodolfo se fue temprano a trabajar y ella tiene que llevar a sus hijos al colegio. Pero mientras Lucy y Juanito terminan de vestirse, Leonor aprovecha para revisar su Facebook en el celular.

El video que publicó hace una semana lleva más de 4 mil reproducciones y se acumularon más de 150 comentarios hasta hoy. Leonor sonríe satisfecha y emocionada de haberse vuelto viral.

¿Cómo inició todo? Pues bien, el problema empezó hace 8 o 9 días atrás.

Leonor se encontraba buscando en internet productos para adelgazar. Después de probar la dieta de la luna, la del helado de vainilla y una a base de jugos verdes, decidió que eso de aguantarse el hambre no era lo suyo, y tampoco matarse en el gimnasio.

Así que durante la búsqueda de un milagro en la red, Leonor se encuentra con una página donde aseguran que un gel reductor elaborado con algas marinas es lo más novedoso para bajar tallas en menos de una semana.

Sin pensarlo dos veces, Leonor le da click en le botón de comprar de aquella página de Facebook y a los pocos minutos, listo. Se realiza el pedido, se autoriza el cargo a la tarjeta y le llega un correo electrónico asegurándole que su maravilloso gel le llegará en máximo 3 días.

Pero el tiempo pasa y la ansiedad de Leonor se convierte en una molestia impresionante que estalla al cuarto día en que ella sigue sin recibir su gel reductor. De inmediato se comunica con la persona que le mandó el correo.

A los pocos minutos, Leonor recibe una llamada de la vendedora disculpándose porque no le han llegado más cajas de gel para su distribución y le asegura que aún se pueden tardar una semana más. También le ofrece la devolución del pago si no está dispuesta a esperar.

Leonor estalla furiosa contra la vendedora. No quiere escuchar excusas, ella quiere su gel reductor y punto. Descarga toda su frustración contra la vendedora, la amenaza con publicar su falta de palabra y cuelga el teléfono roja de coraje.

Nuevamente, sin pensarlo mucho, Leonor abre su Facebook y comienza a grabar un video donde se queja del servicio de la empresa, asegurando que no cumplieron con lo pactado y hasta inventando que no han querido responder a sus quejas y que le robaron el dinero que pagó por el gel.

Durante la grabación, Leonor se encargó de mencionar muy bien el nombre de la empresa, la dirección de su página en Facebook y hasta la etiquetó en la publicación.

Muchas de sus amigas se unieron a su indignación. Leales a Leonor, comenzaron a escribir en la página del gel comentarios negativos y a compartir el video hasta que lo hicieron viral en la red.

Leonor recuerda ese día y sonríe al ver que se convirtió en toda una celebridad, con esas 4 mil reproducciones y los más de 150 comentarios.

En eso está pensando, cuando suena el timbre de la puerta. Leonor se dirige a abrir y el cartero le entrega un sobre certificado. No sabe qué puede ser, pero lo abre en ese momento y se queda helada. Se trata de una notificación judicial. La empresa del gel reductor la demandó por difamación y tiene que presentarse en el juzgado.

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¿Suena como una historia de algún programa de televisión, verdad?

Pero no. Algo así ocurrió apenas el mes pasado en Yucatán.

Por primera vez en la historia del estado, un chisme de redes sociales tuvo una consecuencia legal, cuando la vendedora afectada por los comentarios de la cliente molesta perdió más de 50 mil pesos por cancelaciones de pedidos después de la publicación en Facebook.

En este caso, el retraso en la entrega estaba justificado por causas fuera del alcance de la empresa y por eso mismo se ofreció la devolución del pago. Pero la cliente no aceptó y se dedicó a viralizar su inconformidad en redes sociales.

Suemy Lizama Sánchez, juez de control del Centro de Justicia Oral en Yucatán, resolvió el caso a favor de la vendedora. La compradora que se encargó de difamar a la empresa tuvo que publicar una disculpa en las mismas redes sociales y pagar 2 mil pesos de castigo.

Este caso tiene una fuerte relevancia porque en abril de 2007, el presidente Felipe Calderón firmó un decreto donde se eliminaron los delitos de difamación, calumnia e injuria del Código Penal. Trasladándolos al Código Civil, para evitar cualquier posibilidad de que los periodistas pisaran la cárcel cuando se usaba este recurso como un medio de coartar la libertad de expresión.

Un arma de doble filo, si lo vemos objetivamente. Porque bajo el amparo de la ley, muchos periodistas que intentaban decir la verdad eran amedrentados con llevarlos a prisión. Y ahora, pareciera que quien sea puede decir lo que sea de cualquier persona y no hay consecuencias legales.

¿Pero qué es la difamación?

Es la comunicación a una o más personas, de una acusación que se hace a otra persona física o moral de un hecho, determinado o indeterminado, que pueda causar o cause a ésta un menoscabo en su honor, dignidad o reputación; siempre que no esté fundamentada en pruebas fehacientes.

Pero desde que las redes sociales existen y empezaron a cobrar fuerza en su alcance y rapidez, también se volvieron un medio de denuncia ciudadana por varios motivos:

En primer lugar, las redes sociales están los 365 días del año, las 24 horas. Además, una denuncia en la red es instantánea y se puede volver viral en pocos minutos, por lo que la persona que la realiza siente un cierto grado de justicia. Pero también esta denuncia es visible, y cuando se realiza con las autoridades no.

En segundo lugar, están el costo y la confianza en las instituciones legales. La denuncia por internet no tiene costo, mientras que una denuncia ante el Ministerio Público a veces requiere la contratación de un abogado. También hay cierta confianza cuando las personas denuncian por internet un hecho, ya que en la red pueden ocultar muchos de sus datos.

Y aunque millones de personas utilizan redes sociales, en nuestro país aún no existe una legislación para regularlas, salvo en casos muy extremos como la pornografía infantil.

Hay que tener mucho cuidado con las denuncias que hacemos por internet, estar cien por ciento seguros de que las fuentes son confiables y de conocer todos los hechos antes de realizar una acusación. Porque son útiles para ayudar a otros ciudadanos, pero también pueden causar difamación y daños muy graves a inocentes.

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Casos positivos se han visto como cuando Víctor “N” fue denunciado por acoso y violación, después de contactar a varias mujeres por redes sociales. Una víctima publicó su foto y muchas mujeres que habían sufrido acoso o violación también lo denunciaron, provocando que las autoridades iniciaran una investigación para capturarlo.

Pero un caso negativo por difamación fue el de un padre de familia que en abril estuvo a punto de ser linchado por otros padres cuando fue por su hija de nueve años al colegio. Y todo porque alguien subió su fotografía en las redes, acusándolo de “roba niños”. Policías preventivos lograron rescatarlo y se aclaró su inocencia.

Por esto, hay que saber que la libertad de expresión que todos poseemos es un derecho, un privilegio, pero también una gran responsabilidad. Podemos difamar y causar un daño muy grave si no somos cuidadosos en el uso de este derecho. Lo más importante es no creer en todo lo que vemos en internet y siempre comprobar que sea verdad, antes de replicarlo también.

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