“¡Levántate, criatura! Que ya se nos hizo tarde.”, me gritaba todas las mañanas.
Porque sí, todas las mañanas andábamos corriendo para ir al colegio.
Y ella, intentando ser estricta, pero igual de cariñosa que siempre, me cargaba hasta el baño para vigilar que me duchara y me limpiara bien detrás de las orejas.
A los 40 días de nacido, mi mamá tuvo que regresar al trabajo y me quedé al cuidado de mi abuela paterna. Algunos años después supe que se llamaba Elvira, porque yo sólo le decía “abue”.
Los papás de mi mamá murieron cuando ella era muy niña. Y mi abuelo paterno también falleció antes de que yo naciera. Así que mi “abue” fue la única referencia que tuve de lo que es un abuelo. Pero en realidad, para mí ella fue una segunda madre.
“Vámonos rápido a la casa, que todavía tenemos que pasar por las tortillas.”, me decía mi “abue” cuando iba por mí a la primaria.
Aunque no lo crean, me fascinaba ir por las tortillas y que mi “abue” me hiciera un taco con sal, mientras llegábamos a la casa. Por ella, todos los días había sopa de pasta, un guisado y agua de sabor en las comidas. Cada que podía me preparaba milanesas empanizadas con papas.
“¿Pero qué no se cansa de hacer todos los días lo mismo?”, le preguntaba mi mamá a mi “abue”.
Pero ella le contestaba sonriente: “Mientras al niño le guste, yo no tengo problema.”
Mi mamá sólo me miraba con desaprobación y le decía a mi “abue” que me estaba malcriando. Pero a los dos días, otra vez tenía mis milanesas con papas.
En las noches, dormía en su cuarto y recuerdo que me encantaba abrazarla mientras veíamos películas en la televisión. A veces se quedaba dormida y yo seguía viendo “Los Polivoces» hasta que empezaban las noticias con Jacobo Zabludovsky, y entonces yo también cerraba los ojos.
Hoy, a muchos de mis amigos les parece raro que me gusten las películas de Pedro Infante, de María Félix, de Silvia Pinal o Libertad Lamarque. Pero cuando me preguntan que por qué me hice escritor, les digo que fue precisamente por esas noches al lado de mi abuela, viendo películas en blanco y negro. O tantas tardes a su lado viendo las telenovelas.
Mi “abue” me enseñó también a escuchar la radio. Porque en mis tiempos de niño no existía el internet, ni los teléfonos celulares y mucho menos las películas en dvd. Con trabajo rentabas una película betamax y para muchos era un lujo.
No, en mis tiempos de niño me encantaba ayudar a mi “abue” a hacer el agua de limón, exprimiendo los limones. O a secar los platos al final de la comida. Después nos íbamos a la sala y mientras yo terminaba la tarea, ella me contaba historias de cuando trabajó en Estados Unidos en un restaurante.
En ese entonces, los nietos les hablábamos de usted a nuestros abuelos y nos peleábamos en la escuela por ver quién tenía el abuelo más consentidor y más espléndido. En mis tiempos, no existía wikipedia, pero si le preguntaba algo a mi “abue», seguro que ella lo sabía. Y si no, se inventaba unas historias bien locas y entretenidas.
El día que mi “abue” se fue al cielo, me di cuenta de que sin saberlo, y tal vez sin quererlo, ella me dio el talento que ahora tengo para contar historias. Pero la historia más increíble que tengo es la que viví a su lado desde que tengo memoria y hasta hace siete años que se fue.
¿Cuántos de los que ahora somos adultos recordamos así a nuestros abuelos?
Hay tantos momentos entrañables que seguramente marcaron nuestra vida en algún instante: cuando nos regañaban, cuando nos defendían hasta de sus propios hijos, cuando eran nuestros cómplices de travesuras o se echaban la culpa de algo para que nuestros papás no nos regañaran…
¿Recuerdan cuántos de nosotros vivimos en la misma casa con los abuelos?
El núcleo familiar de entonces incluía a los papás de nuestros papás. Y eran precisamente los abuelos quienes en muchas ocasiones se encargaban del cuidado de los nietos. Ellos eran los formadores de parte de su educación. Incluso, muchos de nosotros nos podíamos pelear con nuestros papás, pero era inconcebible que le levantaras la voz al abuelo o a la abuela.
El tener en la misma casa al abuelo era indispensable para ver a nuestros papás como seres humanos, vulnerables y también respetuosos de la figura paterna. Algo que en la actualidad se ha perdido. Y muchos factores han influido para esto:
En primer lugar, la edad a la que muchas parejas deciden tener hijos ya no es la misma. Antes, era de lo más natural tener hijos desde muy jóvenes. Ahora, la planificación familiar y las nuevas maneras de ver el mundo, hacen que varias parejas vivan juntos algunos años antes de tener hijos.
Segundo, que la independencia de los hijos al casarse ha originado que los abuelos ya no vivan en la misma casa. Y también que ellos tengan otras actividades, tanto laborales como de esparcimiento, y no se dediquen exclusivamente a cuidar a los nietos.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) registró que la población de adultos mayores de 60 años es de 12.4 millones de personas en México. Aunque recordemos que para ganarse el título de abuelo no es necesario tener la edad, sino simplemente un nieto. Lo que aumenta considerablemente esta cifra.
Comparando datos y generaciones, lo que hoy viven los niños y adolescentes no es lo mismo, algo que también afecta la manera en que nuestros hijos perciben la figura de sus abuelos. Ya no existe la complicidad, el apego y la empatía con los adultos mayores de la casa.
Hoy, son cada vez menos los jóvenes que quieren escuchar una historia de cómo vivió el abuelo en su juventud, o cuántos novios tuvo la abuela antes de casarse. Hoy, a muchos niños los entretiene más ver la televisión o jugar con dispositivos electrónicos a escuchar un cuento por la noche.
Hemos ganado en rapidez de la información, en almacenamiento y procesamiento de datos, en ahorro de tiempo de unas cosas, pero que irónicamente ese tiempo libre no es para pasarlo en familia, sino para encontrar un distractor que nos aleja de la convivencia familiar.
¿Y saben qué están perdiendo nuestros hijos?
Ese pasado tan grandioso que no necesitan leer en wikipedia, porque tienen abuelos que lo vivieron y se los podrían describir de una mejor manera y hasta mucho más entretenida. Están perdiendo una oportunidad de aprender por la experiencia de quienes ya vivieron mucho en este mundo, de quienes tienen lo que los años da: sabiduría.
Hoy es día del abuelo y sería increíble que los que aún conservan a sus queridos abuelitos se tomen unas horas para estar con ellos y descubran que tienen mucho más para dar de lo que imaginamos. Y lo único que nos piden es tiempo, tiempo y amor a cambio de todo ese cariño que nos han dado durante toda nuestra vida. Si lo hacemos, te aseguro que no será el único día en que hagamos esto.
Hoy es un día para recordar el momento más entrañable que viviste con tus abuelitos.
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