¿Asociamos la belleza con bondad y la fealdad con la maldad?

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Businessman with scary face mask working late in office

Si tuvieras que ponerle un rostro a la maldad, ¿cómo sería? ¿A quién se parecería? ¿A un personaje histórico, un asesino serial, un político, un psicópata? ¿Cómo crees que se refleja la maldad en un sentido físico, de manera visual?

O por el contrario, ¿cómo sería un rostro que proyecte bondad? ¿La cara de qué persona podrías señalar como un reflejo de la nobleza? ¿Qué aspecto tiene alguien que es buena persona?

Seguramente, todos tenemos alguna experiencia desagradable con una persona que nos dañó, que intentó lastimarnos o que sólo nos recuerda un mal momento de nuestra vida. Y es precisamente esa imagen la que asociamos con aspectos negativos.

Pero también están las historias con las que crecimos en la televisión y el cine, las que formaron en nosotros una diversidad de estereotipos que a lo largo del tiempo se han convertido en referentes visuales que asociamos con la bondad o la maldad.

Un ejemplo muy claro nos lleva directamente al mayor realizador de sueños para niños en el mundo. Estoy hablando de Walt Disney, el artífice de un mundo de fantasía que por medio de la reinterpretación de varios cuentos clásicos creó una nueva mitología de los héroes y los villanos.

Si analizamos la estética en los personajes de Disney notaremos algo muy interesante. Todas las princesas y príncipes están dibujados con trazos redondeados, líneas curvas, con texturas suaves y colores cálidos.

En cambio, los villanos siempre están formados por ángulos que terminan en puntas pronunciadas, con rostros alargados, texturas ásperas y colores opacos o con una infinidad de sombras que los hacen verse más siniestros.

Estas características con las que crecimos muchos -y lo siguen haciendo los niños actuales- formó en el inconsciente una asociación determinada con la bondad o maldad de alguien, de acuerdo a su apariencia física.

Algo que el cine y la televisión también replicaron en sus contenidos. Tan sólo recordemos a las protagonistas de las telenovelas mexicanas o a las heroínas de las películas de Hollywood.

Una actriz robusta, con gesto duro y voz profunda como Ofelia Guilmain siempre fue llamada para interpretar personajes de villana, de bruja o de madre posesiva y castrante. Cuando, por ejemplo, Silvia Derbez siempre fue la dama joven, esposa abnegada, madre sacrificada y abuela consentidora.

En el caso de los hombres, Pedro Armendáriz no se puede separar de la imagen del charro con sombrero y pistola, del revolucionario sanguinario o del villano que hacía padecer a los protagonistas y las pobres mujeres desamparadas.

Conforme pasó el tiempo, los directores de casting nos enseñaron que los villanos podían ser guapos, pero nunca de aspecto frágil. Las telenovelas mostraron que si bien una protagonista podía tener una joroba -como Rina- o estar sucia y mal vestida -como María Mercedes- tarde o temprano se convertirían en mujeres hermosas.

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Nosotros mismos ahora replicamos esto cuando caminamos por la calle y vemos a una persona con un aspecto físico que nos recuerda a esos estereotipos del cine y la televisión, e inmediatamente pensamos que puede tratarse de un asaltante.

O qué tal lo que ocurre en los casos de criminales que han asesinado a niños o a sus parejas, pero que por su atractivo físico se ganan la simpatía de algunas personas y llegan a tener hasta club de fans, que piden que no sean castigados por sus crímenes.

A mediados de julio hablamos en este programa de Nahir Galarza, la argentina de 19 años que fue condenada a cadena perpetua por haber asesinado a su novio Fernando Pastorizzo, a quien agredía físicamente y engañaba con otros hombres. Lo terrible del caso es que Nahir se convirtió en una celebridad en redes sociales por ser muy bella, sin importar su acto criminal.

En el año 2006, Diego Santoy Riveroll fue acusado y encarcelado por el asesinato de Érik Azur y María Fernanda, de 7 y 3 años de edad, hermanos de su novia Érika Peña Coss, a quien también causó varias lesiones. Este caso provocó una gran polémica en Monterrey porque mientras unos exigían el máximo castigo para Diego, un grupo de mujeres creó un club de fans porque Diego es guapo.

Otro nombre que estremeció al mundo fue el de Idoia López Riaño, apodada “la Tigresa”, quien se hizo famosa por ser la terrorista más sanguinaria de la historia de ETA. Conocida por ser implacable, cruel, sanguinaria y fría a mediados de los años 80, “la Tigresa” fue condenada a 2 mil años de cárcel por los 23 asesinatos que pudieron comprobársele.

Esta mujer que realzaba sus ojos azules con unos atractivos peinados voluminosos y una vestimenta que hacía resaltar sus atributos físicos, siempre se supo hermosa, lo cual utilizaba para seducir a sus víctimas y para dar una imagen que no podía asociarse con una delincuente.

Pero tal vez el caso más importante de la historia sea el de la espía holandesa Mata Hari, doble espía porque trabajaba para uno y otro bando, valiéndose precisamente de su extraordinaria belleza, inteligencia y sensualidad.

El 15 de octubre de 1917, Mata Hari fue fusilada y se negó a que le vendaran los ojos. Antes de recibir la descarga lanzó un beso a los soldados del pelotón. Tenía 41 años y su cuerpo nunca fue reclamado por algún familiar.

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Y así podríamos recordar varios ejemplos donde la belleza no está asociada con la bondad, sino todo lo contrario. Aunque se sigan conservando los estereotipos que relacionan la fealdad con los villanos y la belleza con la bondad.

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Por eso es que en este periodismo de vida te pregunto: ¿Qué tanto tiene que ver el aspecto físico de las personas con sus acciones positivas o conductas criminales?

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